4. El Siervo de Dios, o el terapeuta herido

Introducción.
Los capítulos 40-55 del libro de Isaías forman una unidad literaria dentro del conjunto del libro, unidad a la que los biblistas han dado el nombre de libro de la consolación de Israel, en razón de su comienzo (40, 1). Y esta unidad literaria contiene a su vez cuatro poemas, o cantos, en los que aparece un personaje denominado Ebed Yahveh, el Siervo de Yahveh. Estos pasajes son 42, 1-9; 49, 1-7; 50, 4-11 y 52, 13 – 53, 12. Su importancia para explicar la misión de Jesús de Nazaret, y la índole terapéutica de esa misión, es decisiva y por tal motivo consideramos al Siervo de Yahveh una de las figuras bíblicas centrales de la Pastoral Sanitaria.
¿Quién es el Siervo de Yahveh?.
Se ha discutido mucho sobre su identidad histórica sin llegar a un acuerdo claro. A menudo se ha visto en él una imagen de la comunidad de Israel, pero los rasgos individuales están demasiado marcados, por lo que la mayoría de los exégetas actuales reconocen en el Siervo a un personaje histórico. Unos abogan por identificar al Siervo con el propio autor de los poemas, mientras que otros lo consideran un individuo que reúne en sí los destinos de su pueblo. En definitiva, se trata de una figura misteriosa lo cual, como veremos, tiene un hondo significado.
Mirando a su contenido, los cuatro cantos del Siervo presentan a un perfecto discípulo de Yahveh, a un modelo de paciencia, fidelidad e inocencia. El Siervo es el mediador de la salvación futura la cual, una vez más, viene descrita en la persona y misión de aquél con rasgos terapéuticos. El Siervo, sobre todo en el último de los cantos, aparece como alguien que acaba enfermando y muriendo de forma tremenda por cumplir la misión sanadora y salvadora que le ha sido encomendada. Es, por ello, un prototipo de los que hoy damos en llamar los terapeutas heridos.
¿Qué quiere Dios del Siervo, qué misión le encomienda?
Mirad a mi Siervo, a quien yo apoyo, a mi elegido, en quien me complazco (42, 1). Yo, el Señor, te he formado y te he cogido de la mano (42, 6) para que abras los ojos de los ciegos, … para saber decir al abatido una palabra de consuelo (50, 4).
El Siervo reúne en su persona las cualidades que Dios requiere para llevar a cabo la misión encomendada, la cual incluye la liberación de aquellos que sufren patologías de muy amplia y diversa naturaleza, que son descritas metafóricamente como dolencias corporales (ceguera). morales (pecados) y sociales (cautividad, prisión). En tal sentido, es éste uno de los lugares de la Biblia en el que la enfermedad no significa sólo una dolencia orgánica o psíquica, sino el estado enfermizo que padece la humanidad, tanto en el orden individual como en el social.
Qué y cómo responde el Siervo a la misión que Dios le encomienda?
No gritará, no clamará, no voceará por las calles; no quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo vacilante … no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho (42, 2.4).
El Siervo inaugura un nuevo estilo en la realización de la salvación: no por las armas o por la fuerza, sino tratando con mansedumbre y suavidad a lo débil y vacilante, pero con firmeza en el sufrir y en el empeño de llevar adelante la empresa, pues no quebrará lo débil, pero él tampoco se quebrará. La salvación es entendida como liberación física y espiritual.
El Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de consuelo … y yo no me he resistido ni me he echado para atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban … puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado … El Señor me ayuda, ¿quién me condenará? … El que anda a oscuras, confíe en el nombre del Señor y apóyese en su Dios (50, 4s.7.9s).
El echó sobre sí nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades … soportó el castigo que nos trae la paz … se humilló y no abrió la boca … Maltratado, voluntariamente se humillaba: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el trasquilador, enmudecía … expuso su vida a la muerte (53, 5.7.12).
Yo decía: en vano e inútilmente he gastado mi vigor, pero Dios era mi fuerza (49, 4).
Qué consecuencias acarrea al Siervo el cumplimiento de su misión?
  • Mirad, mi Siervo tendrá éxito, subirá, y crecerá mucho. Igual que muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos … al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito (52, 13-15).
  • Creció como raíz en tierra árida, sin figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado … nosotros lo estimamos leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. (53, 2-5).
  • ¿Quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecado de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malhechores; porque murió con los malvados, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca (53, 8s).
  • Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos … le daré una parte entre los grandes … porque expuso su vida a la muerte … e intercedió por los pecadores (53, 10-12).
Qué consecuencias trae para otros?
El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores … sus cicatrices nos curaron … el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes … A causa de los trabajos de su alma … mi Siervo justificará a muchos (53, 4s.11).
Preguntas para el coloquio o la reflexión:
  1. ¿Qué rasgos en la figura y misión del Siervo le asemejan a Jesucristo?
  2. ¿Qué rasgos hacen de él una figura bíblica de la Pastoral Sanitaria?

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