CATEQUESIS DE ADVIENTO EN PREPARACION AL
II ENCUENTRO NACIONAL DE LA UNIÓN DE ENFERMOS MISIONEROS
OBJETIVO: Prepararnos en este tiempo de adviento para recibir al señor en sintonía a la celebración del Segundo Encuentro nacional de la Unión de Enfermos Misioneros.
ORACIÓN DE PREPARACIÓN
Dios todo poderoso y eterno como Iglesia nos preparamos para el Segundo Encuentro Nacional de la Unión de Enfermos Misioneros, infunde en nosotros Señor, el Espíritu de inteligencia, de verdad y de paz, para que conozcamos realmente lo que a ti te agrada.
Que en este encuentro Señor, sintamos tu amor y la luz de tu espíritu mediante tu presencia entre nosotros y experimentemos en nuestros corazones la abundancia de tú gracia de tú misericordia aumentamos la fe, para que permanezcamos siempre unidos a ti.
Padre nuestro, en tus manos encomendamos a todos los enfermos del mundo entero, ayúdalos a llevar una vida sin egoísmos, ejemplar a los ojos de sus hermanos, que sean apoyo y alegría para quienes comparten con ellos, no permitas que su corazón se llene de soledad y tristeza, permíteles vivir con alegría todos los días de su vida rodeados de cariño y compresión de sus seres queridos. Amén
TEMA Nº 1: “OJALÁ RASGARAS LOS CIELOS, SEÑOR, Y BAJARAS” (Isaías 63,7-9)
ORACIÓN: Señor, que creaste este mundo maravilloso en que vivimos y para que no quedara sin quien lo admirara y lo gozara, nos creaste a nosotros, tus hijos a tu imagen y semejanza con un entendimiento capaz de comprender y una voluntad que puede elegir entre lo mejor; y una vez creados, no nos arrojaste al mundo sin rumbo y sin esperanza, sino que nos haces ser parte de un plan tuyo, pensado especialmente para favorecernos y poder después glorificarnos, haciéndonos todavía más semejantes a ti; te pedimos nos ilumines para encontrar y conocer bien nuestro lugar en ese plan y, poder colaborar a lo que tú quieres de nosotros. Por Jesucristo Nuestro Señor, Amen
DESARROLLO DEL TEMA:
Adviento: Tiempo de gracia y de preparación para recibir a nuestro Salvador, Jesucristo el Señor, que desciende desde su Trono para redimir, acompañar, iluminar, fortalecer al Hombre creado a su Imagen y semejanza.
Adviento es advenimiento, es estar a la expectativa por la venida de algo o de alguien, que nos traerá buenas nuevas. Es un tiempo de esperanza, que implica serenidad y confianza porque vendrá algo mejor. Ese Algo Mejor es Jesús que se acerca, convive, comparte, acompaña, se compadece y salva, nuestra frágil humanidad que al apartarse y olvidarse de Dios es incapaz de surgir, de salir adelante, de sufrir una dura y larga enfermedad o simplemente una ancianidad llena de soledad, de tristeza, de pobreza, de abandono, etc.
Para poder descubrir a ese Dios Amor que viene hasta nosotros es necesario practicar tres elementos que nos presenta Jesús en el Evangelio: Marcos 13, 33.
1.- ESTAR ATENTOS: para que no dejemos pasar por alto la venida del Señor, para que no nos dejemos distraer por tantas cosas que el mundo nos ofrece y que no nos dejan descubrir la presencia amorosa y misericordiosa de Dios, ahí donde nos encontramos y en la situación específica que vivimos.
2.- VELAD, estar despiertos, saber descubrir en la noche de la vida, en esos momentos en todo parece perdido, en esos momentos en que la esperanza de salud o de vida de un ser querido se termina, y que las fuerzas humanas ya se agotaron, ver la luz de Cristo que viene iluminar la vida.
3.- ORAR. Esperar atentos y velando en oración, no es esperar de cualquier manera, sino en una actitud orante, de hijo que espera ansioso la llegada de su madre que siempre lleva algo para compartir, de desvalido, de quien de verdad siente la necesidad de Dios y lo espera en vela para que no pase de largo.
ORACIÓN: “Te alabamos Señor por todo lo que has hecho por nosotros, por tu gran bondad, por compadecerte de nosotros, por ser nuestro compañero de camino y darnos tu amor y amistad.
TEMA Nº 2 “CONSUELEN, CONSUELEN A MI PUEBLO”
ORACIÓN:
Dios mío, haz que cada lágrima sea un “hágase tu voluntad”
Que cada sollozo sea un “Gracias, Dios mío”
Que cada suspiro sea un “Recibe, Padre Santo, esta oblación que yo te ofrezco por el mundo pecador”. Así sea.
DESARROLLO DEL TEMA
“Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor (Is. 40,1)
El Profeta lo hace agritos para que abramos los oídos de nuestro corazón y comencemos a escuchar su Palabra, para superar la sordera espiritual. Son muchos los que hoy día viven distraídos y sin importarles lo que Dios tenga que decirles; a muchos no les interesa, incluso niegan la existencia de Dios.
Ese Dios que ha hablado con cariño es un Dios enternecido por la desolación, por la enfermedad, soledad y abandono o por la realidad de pecado que viven muchos hermanos/as nuestros/as. Nos consuela el pensar que Dios al ver esta realidad, no se queda indiferente, sino que va en busca de quien lo necesita y lo recibe con los brazos abiertos, pero sobre todo con su corazón de padre misericordioso; solo nos pide abrir también nuestro corazón, pues El viene según la medida de nuestro deseo: “Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta encontrarte a ti” (S. Agustín). Se trata del “encuentro de la sed de Dios con la sed del hombre”. El deseo de Dios es experiencia de la propia pobreza y del propio barro, “como tierra reseca, agotada y sin agua” (Sal 62). Pues el corazón puede convertirse en desierto: árido, apagado, sin afectos, sin esperanza, lleno de arena o de cosas que les impiden descubrir el amor de Dios.
Este Dios amoroso pide por boca del profeta que consuelen y ayuden a ese pueblo, desgastado y atormentado por sus faltas, por los sufrimientos de una dura y larga enfermedad; con esas palabras está indicando que El mismo está preparando algo mejor para su pueblo, que ha sufrido mucho, es Dios Padre preparando una segunda oportunidad en la “Encarnación” de su Hijo Amado, es Dios que viene a consolarnos, que habla al corazón con sus lágrimas y con su sonrisa, que llega, como pastor que apacienta el rebaño, que lleva en brazos a los corderitos y cuida de las madres. El Señor reanima al cansado y reconforta al débil (Mt.11, 28-30). Jesús nos lleva a todos en su corazón y se hace pan partido para todos, el Señor nos ama a cada uno de manera irrepetible, nos ha creado y redimido porque nos ama.
TEMA Nº 3 “MI ESPÍRITU SE ALEGRA EN DIOS MI SALVADOR”
ORACIÓN:
Reconocemos, Señor, que hoy va ser fácil darte gracias. Cuando todo sonríe, cuando las brisas de la paz y de la tranquilidad cruzan sonrientes los bordes del alma. ¡Qué fácil es darte gracias y estar alegres con todos! Gracias porque la presencia materna de María está a nuestro lado y nos llena de alegría como lo hizo con Isabel y el pequeño Juan aun en el seno materno. Gracias porque abres tu corazón de Padre y nos consuelas y confortas en nuestras luchas; no permitas que nos olvidemos de ser testigos de la alegría profunda de haberte experimentado en nuestras vidas.
DESARROLLO DEL TEMA
Jesús trae la verdadera alegría: la de sabernos amados en la propia realidad pobre y limitada.
Para experimentar la verdadera alegría hay que disipar dudas y desánimos; hay que quitar del corazón lo que estorba a la verdadera alegría, esa alegría que me lleva a servir y hacer felices a los demás.
Jesús llama a nuestra puerta desde el Seno de María. Lo único que nos pide es: “Que le abramos nuestro corazón y nos esforcemos por servir y donarnos a los hermanos/as,” en especial a los preferidos de Dios: los pobres, los enfermos, los que se sienten o experimenta el abandono, etc. De esta forma seremos expresión del amor de Dios para la humanidad.
La alegría no significa que ignoremos lo que está pasando, sino más bien un camino para entender nuestros sufrimientos, nuestras dificultades y carencias. Esperar el regalo espiritual de Dios con alegría nos hace ver la vida con una perspectiva muy diferente; nos hace darnos cuenta que el Espíritu nos dará las gracias para poder romper cualquier atadura interior que no nos permita mirar más allá. La frustración nos hace vivir una vida sin sentido, amargada y ciega, nos impide disfrutar de la presencia misma del Señor.
El espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones, nos libera de toda atadura y hace que el corazón del ser humano se convierta en tierra fértil, que florezca en la gracia y en la alegría del Señor: “Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos” (Is. 61,11).
El apóstol San Pablo nos recuerda: “Estén siempre alegres y no apaguen el Espíritu” (1Tes. 5,16). La alegría de saber que somos parte importante en el cuerpo de Cristo y trasforma nuestros corazones, liberándonos de todo lo nos esclaviza. Por esto debemos ser testigos de la luz, de la alegría, al igual que La Santísima Virgen María, que al saludar a su Prima Santa Isabel, el niño saltó de alegría en su seno. (Lc.1,44).
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