La celebración de Nuestra Señora de Lourdes
y la Jornada Mundial del Enfermo
en palabras de Mons. Oscar A. Romero
(Extractos de la Homilia de Mons. Oscar A. Romerodel 5/02/1978):
“También hermanos, junto al año litúrgico hay una serie de festividades más bien populares o tradicionales, que las debemos de celebrar según el espíritu del Concilio, incorporándolas al año litúrgico. Por ejemplo: el sábado próximo entrante, 11 de febrero se celebra una fiesta de la Virgen, muy simpática: la Virgen de Lourdes”.
“Se hace un llamamiento, pues, de parte de las organizadoras de esta fiesta a los hospitales y a las familias que tengan enfermos, para los cuales no haya inconveniente transportarlos, para que asistan a una Misa como un Lourdes de Francia, bendiciendo así a los enfermos; y a los que deseen, les vamos a dar también la Unción de Enfermos, que no es un sacramento como para desahuciar a un enfermo; Unción de Enfermos, que ya no se le llama Extrema Unción, como antes, Unción de Enfermos que significa consagración de esos miembros dolientes para que unidos a Cristo Crucificado sean más eficazmente lo que Cristo quiere de cada enfermo, de cada hombre que sufre: un miembro doliente de su pasión para salvar al mundo”.
“Es una invitación pues para que los enfermos consagren su dolor, su enfermedad, por medio de la Virgen purísima de Lourdes a la redención del mundo”.
“Y sepan, queridos enfermos, tal vez muchos me están escuchando en sus radios, que ustedes no son seres inútiles, que ustedes son la parte más valiosa de la humanidad; los que saben que con su dolor, con su lecho de enfermos, con su incapacidad física, están dándole los miembros al Cristo Crucificado que salvó al mundo precisamente cuando moría doliente en una cruz”.
(Extractos de la Homilia de Mons. Oscar A. Romero del 12/02/1978):
“Se tuvo una procesión en honor de la Virgen de Lourdes y hubo una ceremonia preciosa al terminar la procesión: una concentración de enfermos que recibieron la santa unción y el mensaje del cristianismo, de lo que vale el dolor de un enfermo.”
“Al terminar la ceremonia oía personas que no eran enfermas, agradecer esa voz de esperanza que la Iglesia tiene para el que sufre y le sabe decir al enfermo, al que parece un inútil para la sociedad: que su dolor y su sufrimiento ofrecido con Cristo en la cruz, es precisamente la salvación del mundo”.