Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos – cada vez más numerosos – que, acogiendo la llamda del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas Iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las Iglesisas que se encuentran en dificultad – no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad – llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y dona esperanza.
Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús "Id, pues, y haced discípulos en todas las naciones" (Mt. 28, 19) es una riqueza para cada una de las Iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es pérdida sino una ganancia (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial Misionera 2013). Una Iglesia que no sale, que no misiona, se enferma. Prefiero una Iglesia accidentada y no enferma, afirma el Papa Francisco.