Segunda Jornada de la Asamblea General de las OMP en Roma
Ayer continuaron en Roma, con la segunda jornada, los trabajos de la Asamblea General de las OMP que se han centrado en la reflexión sobre los recursos económicos y las OMP. El padre Vito del Prete, secretario general de la Pontificia Unión Misional, ha tenido dos brillantes exposiciones sobre el tema. Partiendo de la constatación de un hecho lacerante para las Obras Misionales, que, con frecuencia, se consideran un mero organismo de la Iglesia para financiar y gestionar los recursos financieros que ofrecen los fieles, en orden a cooperar con la actividad misionera de la Iglesia. Esta percepción daña a las Obras Misionales, porque son mucho más que eso.
La primera cristiandad, señalaba del Prete, puede iluminar la reflexión sobre este tema: es la escena del encuentro de Pedro con el paralítico en el Templo reflejada en los Hechos de los Apóstoles. Este le pide limosna. Está allí para eso. Pedro le dice que no tiene oro ni plata, pero le da lo que tiene y se produce el milagro. Esta es la labor de la Iglesia salir al encuentro de los necesitados y ofrecerles la salvación integral en nombre de Jesucristo. Esta es la motivación inicial de los misioneros. No van a la misión para remediar las necesidades materiales, sino para ofrecerles la salvación. A ello se dirige la Iglesia y esta es su principal tarea. El anuncio del Evangelio es salir al encuentro de cada hombre para ayudarle en la búsqueda de su felicidad.
Por otra parte, añadía el secretario general de la PUM, San Pablo organiza una colecta en las Iglesia de Asia Menor para atender a los hermanos de Jerusalén que pasan necesidad y sufren la persecución. Él mismo se implica en este proyecto y encarga a Tito la responsabilidad de su ejecución. Para su financiación nombra colaboradores en todas las comunidades y la colecta se prolonga en el tiempo. No lo hace Pablo para ganarse la amistad de los hermanos de Jerusalén, sino para mostrar la universalidad del amor. Una vez la colecta ha llegado a Roma, no se tienen más noticias. Quienes han cooperado lo han hecho desde el anonimato y el silencio.
Este modo de proceder de Pablo nos muestra la necesidad, en nuestro compromiso misionero, de una pobreza evangélica. Los misioneros no deben llegar a la misión con un capital económico para solventar las necesidades materiales de la gente. Al estar en medio de su misma realidad y de su misma vida recibirán de la Iglesia la ayuda de sus hermanos, que cooperarán con los más necesitados. Esta pobreza evangélica también ha de estar presente en las diócesis e instituciones eclesiales, concluía el padre del Prete.
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