OBJETIVO A LA SEMANA DE LAS VOCACIONES:
Suscitar entre todos nosotros la apertura para escuchar la voz de Dios, que llama y envía a la misión. Para ello se recomienda participar en actividades de formación misionera, celebrar algún encuentro con misioneros, estar atentos y disponibles a la llamada de Dios, y mantener vivo el interés por las necesidades de la Iglesia a la hora de llevar el mensaje de salvación.
VEAMOS LA REALIDAD:
Ha aumentado enormemente el número de aquellos que aún no conocen a Cristo: “Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso”, comentó el Beato Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Missio. Sobre la validez del mandato misionero, y agregaba:“No podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios”(n.86)
Los puntos fuertes del trabajo misionero son la ayuda al desarrollo; la defensa de los derechos humanos; fundación y apoyo a las iglesias locales y congregaciones religiosas nativas y la inculturación del evangelio. Hay un florecimiento vocacional, un establecimiento y funcionamiento de numerosas radios locales; amplia difusión de la Biblia; envío de misioneros propios.
JUZGUEMOS:
La palabra vocación viene del latín y significa “llamada”. Cuando hablamos de vocación, nos referimos a la llamada que Dios hace a cada cristiano.
Toda vocación comienza por una llamada de Dios, y decir “Si” es un compromiso por hacernos disponibles para el amor. Es un “Si” que comienza ahora y se consumará en el más allá.
La míes es mucha, pero los obreros pocos (Lucas 10, 2). No es Dios quien tiene la culpa en la falta de sacerdotes, religiosos y misioneros. El dueño de la míes busca obreros. Hoy la humanidad entera espera mucho de todo católico. En muchos lugares parece gritarnos que ya basta de indiferencia y de mediocridad, el mundo de hoy necesita que se le anuncie a Jesucristo, pero no de una manera superficial o romántica con unas cuantas palabras de exhortación y de buenos deseos. Ser misionero no significa
haber recibido un llamado a un estilo de vida súper sacrificado, sino simplemente a vivir como católicos auténticos, LLENOS DEL SEÑOR, que vaya por todo el mundo creando las situaciones propias para que toda persona pueda llegar a descubrir el Reino de Dios que está entre nosotros. Esperan católicos con esperanza y valentía con generosa entrega a Dios y al prójimo, hombres y mujeres SANTOS.
Necesitamos por tanto retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio.
ACTUEMOS:
Hasta la fecha la Iglesia ha tenido la gracia de contar con hombres y mujeres bautizados coherentes en su fe, haciendo de su testimonio un ejemplo para nosotros. Los mártires no han dado su sangre para que se coagule en el olvido y la desesperanza, esos santos están vivos, tienen nombre y apellidos de campesinos, sacerdotes, ancianos, enfermos, amas de casa, etc. Cada uno con una fecha que es promesa de vida y futuro.
“El mandato misionero que Cristo ha confiado a sus discípulos y que debe ser unos compromisos de todo el pueblo de Dios, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosos y laicos. Seamos Mensajeros de fe, que lleven nuevos discípulos a Cristo.”(Ad Gentes 20). Motivar en las celebraciones litúrgicas para agradecer el don de la fe y pedir la gracia de compartirlo en reuniones familiares con el Rosario Misionero.
CELEBREMOS:
- Pediremos al Señor por las vocaciones (nuevas y actuales) mediante rosarios misioneros, horas santas, Eucaristías y en cada encuentro de nuestra comunidad, grupo o movimiento.
- Proponer una reflexión personal o grupal sobre lo que implica: “Ser misionero de Jesús hoy”.
- Profundizar en la vida de los santos (como por ejemplo: Santa Teresita del Niño Jesús o de San Francisco Javier) para que nos motiven a vivir nuestra primera vocación a la santidad y misionera.
- Seguir reflexionando sobre la misión continental durante todo el mes.
- Organizar misiones en cada parroquia casa por casa.
“Los misioneros”, dice el Papa Benedicto XVI, “han de ser personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo”.