Por medio de la comunión de enfermos, la comunidad cristiana manifiesta su vínculo de unión y solidaridad sacramental, es decir, en el Señor, con los miembros sufrientes e impedidos de asistir a la reunión eucarística, y les ofrece el alimento del pan de vida para sobrellevar la enfermedad. Se trata de una de las practicas más antiguas de la Iglesia, atestiguada ya a mediados del siglo II, y considerada tan importante como para que el Ritual advierta: No se olvide que el fin primario y principal de la reserva eucarística -de la existencia del sagrario- consiste en la posibilidad de llevar la comunión a los enfermos que no han podido participar en la misa. Tal empeño obedece a mantener la doctrina de San Pablo sobre la comunidad cristiana, como Cuerpo de Cristo, y la dedicación a los enfermos dentro de ella: Dios combinó las partes del cuerpo procurando más cuidado a lo que menos valía, para que no haya divisiones en el cuerpo y los miembros se preocupen igualmente unos de otros. Así, cuando un miembro sufre, todos sufren con él … (1 Cor 12, 24-26); igualmente obedece dicho empeño, a la voluntad de la Iglesia de mostrar a los enfermos su función propia dentro de la comunidad: En la Iglesia, los enfermos, con su testimonio, deben recordar a los demás el valor de las cosas esen-ciales y sobrenaturales, y maifestar que la vida mortal de los hombres ha de ser redimida por el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, del que la Eucaristía es sacramento central.
Con razón, pues, advierte también el Ritual: Evítese, en la medida de lo posible, una distribución de la Eucaristía que, por la rutina u otras causas, no revista el carácter de una verdadera celebración. Sin una vinculación bien clara y manifiesta de la comunión de enfermos a la celebración eucarística de la comunidad cristiana, ésta corre el riesgo de olvidarse o de no echar de menos a aquellos miembros que no pueden asistir a la misma necesitando, por otro lado, tanto su presencia y atenciones. De ahí la sabia recomendación de que, siempre que sea posible, la comunión sea llevada a los enfermos desde la misma celebración eucarística. Dicha práctica ayudará, no sólo a que la comunidad tenga presentes a los enfermos siempre que se reúna, sino que también ayudará al enfermo a superar algunos de sus sentimientos más penosos, y a encontrar el sentido genuinamente cristiano de su situación: La Eucaristía servirá para descubrir al enfermo, tentado de encerrarse egoístamente en sí mismo, el sentido de comunión total con Dios y con los hombres que Cristo da a la vida.