Fiesta y devoción del pueblo Salvadoreño
Como todos los años, estamos reunidos el día de la gran fiesta del Divino Salvador del Mundo,para ofrecer al Eterno Padre la ofrenda de valor infinito: la Eucaristía que actualiza el sacrificio de Jesús que en la cruz se ofreció por la salvación de toda la humanidad.La fecha en que celebramos esta fiesta, esta relacionada con la fundación de la Ciudad y la historia del país.El hecho de que el Divino Salvador del Mundo sea el titular de la nación, de la ciudad capital y de la Arquidiócesis, puede darnos la oportunidad de reflexionar sobre nuestra identidad salvadoreña.
Muchas veces hemos comentado el especial privilegio que supone el que nuestra nación lleve el honroso nombre de El Salvador. Es una gracia muy especial que la misma esencia de nuestra nacionalidad haga referencia al Hijo de Dios hecho hombre. Somos salvadoreños y el mismo nombre tiene un sentido trascendente y eterno. Somos una nación y pertenecemos de un modo muy particular al Señor y Salvador de todas las naciones.
La identidad del salvadoreño esta inevitablemente integrada con nuestra fe en Jesucristo, Divino Salvador del Mundo. Esta identidad tiene un valor incalculable en estos tiempos en que la humanidad experimenta constantes y profundos cambios culturales, económicos, políticos… Esos cambios podrán ser convenientes o no, pero es importante que no olvidemos que, en la base de la existencia de El Salvador como pueblo, hay una connotación religiosa.La fiesta del Divino Salvador del Mundo tiene lugar precisamente cuando la Iglesia conmemora el Misterio de la Transfiguración del Señor. Jesús en el Tabor quiso fortalecer la fe de Pedro, Santiago y Juan para que pudiesen soportar la dura prueba que supondría para ellos la pasión y muerte del Señor. La experiencia anticipada de la gloria eterna supuso para ellos gran consuelo y la fortaleza durante toda su vida. La sencilla ceremonia de la Bajada que ayer tuvo lugar en esta plaza, ante esta Catedral, nos produjo a todos los participantes singular alegría. Sin duda que el Espíritu Santo infundió en nuestros corazones sus gracias y sus dones: nos sentimos más salvadoreños y mas cristianos.
La esencia religiosa del pueblo salvadoreño resplandece también en el lema de su bandera: DIOS, UNION Y LIBERTAD. La fuente de nuestra unión y la garantía de nuestra libertad es Dios. A los labios de nuestro pueblo fluye espontánea la expresión "Primero Dios" o "Dios Primero".
Demos gracias al Señor por tenernos tan unidos a Sí. Y pongamos de nuestra parte lo necesario para que nunca se apague la clara conciencia del contenido religioso de la esencia del pueblo salvadoreño.