El fruto de la misión depende en gran parte de la contemplación. El misionero, si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble: “Lo que contemplamos… acerca de la Palabra de la vida…, os lo anunciamos” (1Jn 1,1-3). De ahí la insistencia en orar por las misiones y por los misioneros, para que Dios les dé urgencia misionera y para que sean testigos auténticos.