Asamblea Plenaria de las Obras Misionales Pontificias – Junio 2016 – Roma
El tema llevado a cabo este año en la Asamblea Plenaria de las Obras Misionales Pontificias, giró alrededor de cómo despertar la conciencia misionera, en este tiempo y en las Iglesias jóvenes.
Cuál es el papel de las Obras Misionales Pontificias, las dificultades con las que se encuentra para llegar con un mensaje claro, los medios de animación misionera, el papel que cumple en los contextos actuales de pobreza y marginación, fueron algunas de las cuestiones a resolver.
Las Obras Misionales pueden acompañar y formar; de hecho lo hacen, y también alimentar espiritualmente al pueblo de Dios, aunque hay ciertos temores en sectores de la Iglesia ya que falta claridad en estas tareas.
Se fue definiendo a lo largo de la semana lo fundamental del diálogo religioso. La misión es una realidad compleja y requiere del diálogo fraterno. Hoy es primordial acercar a los alejados con el testimonio personal.
El Papa Francisco manifestó que las OMP no son una ONG, no es asistencia social; se puede estar muy bien organizados, pero si falta el fervor, el testimonio y la santidad, y se deja de lado la espiritualidad misionera, toda tarea será en vano.
Con motivo de los 100 años de fundación de la Pontificia Unión Misional, corazón y alma de todas las Obras Misionales en su conjunto, se resaltó la figura de su fundador, el Beato Padre Paolo Manna. Gran misionero italiano de las Misiones Extranjeras, que luego de su experiencia misionera en Birmania decidió darle auge a la misión de los consagrados.
Sigue siendo desafiante el estimular la misionología en los seminarios, deuda pendiente en la mayoría de los países católicos. Hay sacerdotes diocesanos sin «imagen» de misioneros.
La dimensión misionera de la Iglesia no está valorizada. Es desafío de las OMP, en compañía de las Conferencia Episcopales, informar e interiorizar más al bautizado sobre la función de la Iglesia Misionera.
El Padre Manna enseñaba que es una contradicción predicar el Evangelio y no ser un evangelio viviente».
Pbro. Dante De Sanzzi