«Para que Cristo resucitado sea signo de segura esperanza para los hombres y mujeres del continente africano»
Comentario a la Intención Misionera de abril 2012
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – África es el “continente de la esperanza”por excelencia. Pero como toda realidad humana, no puede encontrar el fundamento de su esperanza en sí mismo. Si es cierto que la Iglesia africana está llena de juventud y vitalidad, es también cierto que la sociedad africana ha sufrido terriblemente en los últimos decenios con las luchas fratricidas entre las diversas etnias. Como el resto del mundo, África necesita también hoy la salvación de Jesucristo, el único que es nuestra paz y nuestra esperanza, el único que es fuente de verdadera reconciliación.
Es necesario que las heridas que esas guerras han causado sean sanadas por la gracia divina, por el perdón ofrecido y recibido sinceramente. Como el Buen Samaritano, el Señor se inclina sobre el hombre, sobre todo hombre, ofreciendo el aceite perfumado de su Espíritu Santo para curar sus heridas, causadas por las divisiones, el odio y la violencia. En corazones sanados por Cristo, el Médico humilde hecho carne por nosotros, podrá brotar de nuevo una esperanza auténtica, que no se funda en palabras humanas solamente, sino en la fuerza y en la promesa del Señor.
Aquellos que acogen la Palabra de Cristo y la paz que brota de su misterio Pascual, podrán ser para otros fuente de paz y operadores de reconciliación. El Papa Benedicto XVI ha dicho: “En el Señor Jesús, ya no hay judíos ni gentiles, ni hombres y mujeres (cf. Ga 3,28). En su carne, ha reconciliado a todos los pueblos. Con la fuerza del Espíritu Santo, dirijo a todos este llamamiento: «Dejaos reconciliar» (2 Co 5,20). Ninguna diferencia étnica o cultural, de raza, sexo o religión, ha de ser para vosotros motivo de enfrentamiento. Todos sois hijos del único Dios, nuestro Padre, que está en los cielos. Con esta convicción será posible construir una África más justa y pacífica, a la altura de las esperanzas legítimas de todos sus hijos” (Encuentro con el Consejo Especial del Sínodo para África, Yaoundé, Camerún, 19 de marzo de 2009).
En estos días en los que celebramos “los misterios que nos dieron nueva vida”, debemos fijar nuestros ojos en el Crucificado. Él ha abolido con su muerte el protocolo que nos condenaba. Es el Buen Pastor que subido a la cruz, recoge a los hijos dispersos. La cruz es así fuente de reconciliación y de unidad.
La esperanza de África no estará principalmente en un desarrollo económico. Podemos ver que el occidente desarrollado sufre una crisis tremenda de esperanza. Sólo Dios puede fundamentar esa esperanza. En su Encíclica Spe Salvi el Papa Benedicto XVI dice: “En este sentido, es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida. La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios – el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando «hasta el extremo», «hasta el total cumplimiento». Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente la «vida»” (Spe Salvi, n. 27).
El misterio pascual de Cristo, su muerte y su resurrección, son la muestra del amor de Dios por el hombre, un amor en su forma más radical. Ese sabernos amados hace posible “una esperanza que no defrauda”. África, que fue santificada por la presencia física del Señor en su huida a Egipto, encontrará en el Resucitado la razón y la causa de toda su esperanza. (Agencia Fides 30/03/2012)