“Para que el continente africano encuentre en Cristo la fuerza para realizar el camino de reconciliación y justicia, indicado en el segundo Sínodo de los Obispos para África”
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – África es conocido como el continente de la esperanza. Y en esa línea, Benedicto XVI animaba a los cristianos africanos a seguir esperando contra toda esperanza. A pesar de las dificultades actuales en los ámbitos de la política y de la sociedad, el Papa dijo a los creyente de esas tierras: África está llamada a la esperanza con vosotros y en vosotros (Homilía en Yaundé 19-3-2009).
No pueden pasarse por alto las dificultades reales que están presentes en este joven continente. Son numerosas las situaciones de injusticia, de pobreza, de enfermedad, de explotación, de intolerancia, de violencia y de guerra. La esperanza cristiana no se funda en una actitud que no quiere ver los problemas o que pretende ignorarlos. La Iglesia está convencida de que debe anunciar a Cristo, Buena Noticia del Padre, para que los hombres puedan encontrar en Él la esperanza, la reconciliación y la paz.
Para que exista desarrollo tanto económico, como cultural o social es necesario un clima de paz que sepa superar las divisiones y las heridas a través de la reconciliación. Cristo crucificado nos ha reconciliado con Dios, ha destruido el protocolo que nos condenaba clavándolo con Él en la cruz. Aceptándole a Él, que es fuente de paz y justicia para todos, construimos la reconciliación. La verdadera reconciliación con Dios sólo tiene lugar cuando hay reconciliación entre los hombres. El beato Juan Pablo II en su exhortación Ecclesia in Africa, proponía presentar la Iglesia como Familia de Dios. El Papa reconocía como especialmente apta para la situación del continente este modelo eclesial. Y afirmaba que esta “imagen pone el acento en la solicitud por el otro, la solidaridad, el calor de las relaciones, la acogida, el diálogo y la confianza. La nueva evangelización tenderá pues a edificar la Iglesia como Familia, excluyendo todo etnocentrismo y todo particularismo excesivo, tratando de promover por el contrario la reconciliación y la verdadera comunión entre las diversas etnias, favoreciendo la solidaridad y el compartir tanto el personal como los recursos de las Iglesias particulares, sin consideraciones indebidas de orden étnico” (EA, 63). La Iglesia en África debe ser para todos un lugar de auténtica reconciliación. Así, perdonados y reconciliados mutuamente, podrán llevar a todos el perdón y la reconciliación que Cristo ofrece.
Que los fieles de este continente sean levadura de reconciliación que haga fermentar la masa, para que se extienda el Reino de Dios que es justicia y paz. Que recuerden a sus conciudadanos, como proponían los Lineamenta para el segundo Sínodo sobre África, que los hombres son verdaderamente hermanos. En caso contrario, el mundo parecerá cada vez más un campo de batalla donde sólo cuentan los intereses egoístas y donde reina la ley de la fuerza, que aleja a la humanidad de la deseada civilización del amor.
Juan Pablo II confió a María el continente africano. Pidió su intercesión para que tenga lugar un nuevo Pentecostés sobre la Iglesia en África. Y así, “la efusión del Espíritu Santo haga de las culturas africanas lugares de comunión en la diversidad, transformando a los habitantes de este gran continente en generosos hijos de la Iglesia, que es Familia del Padre, Fraternidad del Hijo, Imagen de la Trinidad, germen e inicio en la tierra de aquel Reino eterno que tendrá su plenitud en la Ciudad cuyo constructor es Dios: Ciudad de justicia, de amor y de paz” (EA, 144).
(Agencia Fides 31/10/2011)