Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) – Lunes, 16 de mayo de 2016
Entre los Diez Mandamientos, uno empieza con la palabra “acuérdate”: Acuérdate de mantener santo el Sábado. Nos recuerda tener en cuenta algo que ya sabes. Hay mandamientos de misericordia escritos en nuestro mismo ADN. Ya los conocemos, pero necesitamos recordarlos más explícitamente. ¿Cuáles son?
Los diez Mandamientos de la Misericordia:
1.- Recuerda que la misericordia descansa lo más profundamente en el corazón de Dios.
Pocas cosas acercan tanto la esencia de Dios como lo hace la misericordia. La misericordia es la esencia de Dios. La Escritura usa palabras tales como entrañable bondad y compasión para tratar de definir lo que constituye la misericordia de Dios, pero el concepto bíblico central, captado en el concepto hebreo de hesed, connota una relación que ama, abraza y perdona aun cuando -y en especial cuando- no podemos llegar a medir o merecer lo que nos es dado.
2.- Recuerda que la misericordia es la esencia de toda religión verdadera.
En toda religión y espiritualidad, en todas creencias, tres cosas tratan de reclamar lo que es central: apropiada práctica religiosa, apertura a los pobres y compasión. Al fin, no están en oposición, sino son piezas complementarias de un todo religioso. Pero para que la práctica religiosa y la apertura a los pobres sean una apertura del amor de Dios y no del ego humano, necesitan ser predicadas sobre la compasión, la misericordia. El contenido más profundo de toda religión es esta invitación: Sed compasivos, misericordiosos, como Dios es compasivo.
3.- Recuerda que todos nosotros nos hallamos siempre necesitados de misericordia.
Hay mayor alegría en el cielo por solo un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos. ¿Ama Dios más a los pecadores que a los justos? No hay personas justas. Resulta más bien que nosotros sentimos más el amor de Dios cuando admitimos que somos pecadores. Ninguno de nosotros llega a comprenderlo nunca. Pero, como tan confortantemente enseña san Pablo, la cuestión es que no tenemos que llegar a comprenderlo. Esto es lo que significa misericordia. Es inmerecida, por definición.
4.- Recuerda que, habiendo recibido misericordia, debemos manifestar misericordia a otros.
Sólo recibimos y poseemos de la misericordia de Dios y la misericordia de otros cuando extendemos esa misma misericordia a otros. La misericordia tiene que fluir a través de nosotros. Si no la extendemos a otros, venimos a ser auto-indulgentes y demasiado severos para con otros.
5.- Recuerda que sólo la práctica de la misericordia nos hace libres.
Recibir y dar la misericordia es la única cosa que nos libera de nuestra congénita propensión a auto-buscarnos, auto-justificarnos y juzgar a otros. Nada nos libera más de la tiranía del ego que lo que nos libera la práctica de la misericordia.
6.- Recuerda que la misericordia no es opuesta a la justicia, sino que es su culminación.
La misericordia, como tan competentemente expresa Walter Kasper, no es “una especie de suavizante de ropa que socava los dogmas y mandamientos, y revoca el significado central y fundamental de la verdad”. Esa es la acusación que los fariseos hicieron contra Jesús. La misericordia está donde se supone que termina la justicia.
7.- Recuerda que sólo la práctica de la misericordia hará que llegue el Reino de Dios.
Jesús nos prometió que algún día los mansos heredarán la tierra, los pobres comerán hasta saciarse -rica comida- y todas lágrimas serán enjugadas. Eso sólo puede suceder cuando la misericordia reemplace al auto-interés.
8.- Recuerda que la misericordia necesita también ser practicada colectivamente.
No nos basta con ser misericordiosos en nuestras propias vidas. La misericordia está marginada en una sociedad que no atiende suficientemente a aquellos que son débiles o están necesitados, de igual manera como está marginada en una iglesia que es juzgadora. Debemos crear una sociedad que sea misericordiosa y una iglesia que sea también misericordiosa. La misericordia, sola, permite la supervivencia de los más débiles.
9.- Recuerda que la misericordia nos llama a hacer obras espirituales y materiales.
Nuestra fe cristiana nos desafía a practicar la misericordia de doble manera, corporal y espiritualmente. Las clásicas obras de misericordia corporales son: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada a los sin-techo, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los muertos. Las clásicas obras de misericordia espirituales son: Instruir al ignorante, dar consejo al que duda, confortar al afligido, amonestar al pecador, perdonar las injurias , soportar con paciencia las adversidades y rogar por los vivos y los difuntos. Dios nos ha dado diferentes dones, y todos nosotros somos mejores en algunos de éstos que en otros, pero la misericordia está patente en todos ellos.
10.- Recuerda que nuestras vidas son un diálogo entre la misericordia de Dios y nuestra debilidad.
La única cosa a la que estamos adecuados es a ser inadecuados. Siempre quedamos cortos en algo, no obstante la verdad de nuestra sinceridad, buena intención y fuerza de voluntad. Sólo la misericordia, recibiéndola y dándola, nos puede apartar de las agitadas aguas de nuestras propias ansiedades, inquietud y tristeza. Sólo conociendo la misericordia conocemos la gratitud.
Este año, 2016, el papa Francisco nos ha pedido a todos vivir un año de misericordia, contemplar el misterio de la misericordia “como un manantial de gozo, serenidad y paz”. La misericordia -piensa él- es el secreto para poner un rostro creíble a Dios, para poner un rostro creíble a nuestras iglesias y para caminar con seguridad en nuestras propias vidas.