La cooperación misionera espiritual la hacemos con el sacrificio y el dolor; es ofrecer todo sufrimiento y llevar nuestra propia cruz, aceptándolo y ofreciendolo a Dios con amor. Es compartir los sacrificios de los misioneros y sostenerlos mediante el ofrecimiento de nuestros propios sacrificios. Así, esos sacrificios tienen un valor salvífico, que favorece tanto a los misioneros como a los que son evangelizados.
Buscamos unirnos a Jesús que da la vida por nosotros, unirnos a la Cruz de Jesús y servir con generosidad, dando nuestra propia vida en servicio de los demás, cumpliendo nuestra propia misión y llevando bien nuestra propia cruz. Además, invitamos a los enfermos y a los que más sufren a que ofrezcan su dolor por las misiones.