“La llamada a la misión deriva de por sí de la llamada a la santidad. De ahí que el verdadero misionero es el santo. La santidad es un presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia”
cf. RM 90, San Juan Pablo II
cf. RM 90, San Juan Pablo II
Partiendo de estas palabras de Juan Pablo II, podemos afirmar que la vida de todos los santos ha sido una vida misionera, pues han transparentado a Cristo en sus palabras y en sus obras.
Desde esta perspectiva, no cabe duda que San Oscar Arnulfo Romero, un gran obispo y martir de nuestro país, fue un misionero destacado por su labor pastoral en favor de la justicia y la paz. Su voz profética resonó en muchas partes del mundo desde antes de su martirio.
La dimensión misionera de su vida , fue principalmente desde la fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. Fidelidad encarnada en su labor pastoral de Obispo y en un incansable trabajo en favor de los pobres, víctimas de la injusticia y de la violencia. Sabemos que el ministerio sacerdotal y episcopal comporta en sí mismo una dimensión de servicio universal. Sin embargo, dentro de la vida y testimonio misionero de nuestro beato quiero detenerme en un aspecto muy concreto: la dimensión misionera ad gentes.
Un dato importante es que el 28 de octubre de 1974 Mons. Romero, siendo obispo de Santiago de María, fue nombrado pro-director de las Obras Misionales Pontificias en El Salvador, cargo que ocuparía hasta el año 1978. Las OMP como se le conocen a las Obras Pontificias tienen como objetivo despertar promover y animar el espíritu misionero universal en todo el pueblo de Dios.
El trabajo en las OMP le permitió a monseñor Romero impregnarse de este espíritu misionero ad gentes. Así, en su homilía del Domingo Mundial de las Misiones del 23 de octubre de 1977 expresaba:
“hoy celebramos el día mundial de las misiones. Vamos a sentirnos todos miembros vivos de un pueblo que ha recibido de Dios el encargo de llevar su luz a todos los hombres de la tierra. Nosotros somos la Iglesia de hoy, a nosotros se nos ha confiado llevar esta verdad y esta vida a los que no creen. Cuántos tal vez en nuestra propia familia, en nuestro propio barrio, necesitan que seamos sus misioneros. Y aun allá en la vanguardia de las misiones, donde la Iglesia no está organizada, se necesita la colaboración de nosotros. No se cansen de hacer oración por los misioneros, por los que todavía no conocen a Cristo. Les pido el centavito de la viuda, no tanto para que con ese dinero vayamos a resolver el problema, sino para expresar la solidaridad, para expresar el cariño, la gratitud que yo siento con Dios, que me ha dado la fe”.
En estas palabras monseñor nos deja ver su corazón misionero. Nos enseña, fiel al Magisterio de la Iglesia, que la misión es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, que todos debemos cooperar con la oración, con el sacrificio, con la ofrenda económica y, además, ofreciendo nuestro propio servicio misionero, de modo que el anuncio del Reino de Dios llegue a todas las gentes. La fe es un don que debemos agradecer a Dios y ese agradecimiento se expresa en un compromiso de compartir lo que hemos recibido.
Otra frase de espresada en la homilia de un fin de semana antes fue:
“¿Cómo anda tu espíritu misionero?.Toda tu vida tiene que ser misionera”
San Oscar Arnulfo Romero – Homilia del 16 de octubre de 1977
Esta misma nos hace ver que no solo estaba conciente de su hacer misionero, sino que era un gran animador y sus palabras nos alienta hoy a ser verdaderos DISCIPULOS MISIONEROS DE JESÚS y que todo nuestro actuar en la vida debe ser en favor de llevar a Cristo y su amor a todos los que nos rodean.
Que San Oscar Arnulfo Romero, el salvadoreño más universal, interceda por nosotros para que, como Iglesia, vivamos este espíritu misionero en nuestro país y más allá de nuestras fronteras.
Pbro. Cristobal Zavala- Secretario Regional y Nacional
Pontificia Obra de la Infancia y Adolescencia Misionera