Domingo de Ramos (ciclo “A”) – Domingo 17 de Abril de 2011

por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: (Mt 21,1-11) (Mt.26,14-27 y 66)

Desde el pie del monte de los olivos Jesús manda a sus discípulos a traerle un asno atado junto a la asna madre, y les advierte que si alguien les dice algo le respondan que él los necesita y los va a devolver enseguida. Así se cumple lo anunciado por el profeta (Zac.9,9) “Mira que viene tu rey montado sobre un asno, la cría de un animal de carga” Los discípulos fueron trajeron los dos animales y pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús montó. Una muchedumbre se juntó y extendiendo sus mantos sobre el camino seguía a Jesús gritando “hosanna hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en las alturas” Al entrar en la ciudad la gente preguntaba quién era ése y los que veían con él respondían. Es jesús el profeta de Nazaret de Galilea.

Síntesis de la homilía

Realmente si no se trataba de cumplir una profecía, un burro era una cabalgadura ridícula para un rey o un enviado de Dios. La pequeñez del animal hacía normalmente que el que estaba montado tocara el suelo los pies. Mateo cubre la pobreza de la cabalgadura con los mantos de los discípulos y los de la gente que se extienden como alfombra. El interés del relato está puesto en la preparación para los sufrimientos que Jesús soportará en la ciudad capital, que tendrán como resultado final la resurrección, es decir una justificación de los mismos con el anticipo de la gloria en esta proclamación de la gente como enviado de Dios.

Entrada triunfal lo denominó la tradición, precisamente para resaltar esa característica de anticipo de un triunfo. Los historiadores la describen, sin fantasía, como la actitud de un grupo muy reducido que se atrevió con Jesús a desafiar el poder del Templo y del Imperio. Porque de esto se trata. Jesús elige la fiesta de la Pascua que concentra a judíos peregrinantes venidos de todas partes y por tanto, provoca el aumento de la vigilancia del poder romano para impedir disturbios y rebeliones. Y la elige como un acto de valentía. Conociendo perfectamente los riesgos que corre. Y hasta de una valentía provocativa. Porque su llegada al templo culmina con ese acto de indignación desafiante de todas las autoridades, al arrojar violentamente a los mercaderes estacionados en el patio de los gentiles. Y es que la valentía no depende principalmente de los riesgos que se corren sino de la grandeza de la causa que motiva su enfrentamiento.

Hoy somos testigos de grandes riesgos que se corren con ciertas prácticas deportivas, con ciertos asaltos, con el descuido provocador de los que manejan diversos vehículos, la agresividad de las picadas,,,etc- No se trata de valentía sino sencillamente de presunción. De un orgullo que es al mismo tiempo, inseguridad.

La valentía de Jesús depende de la causa que tiene conciencia de defender: la dignidad y los derechos de todo ser humano. No es que se entregue a la muerte por obedecer la voluntad del Padre que tiene que ser resarcido por el pecado del mundo. Lo apresan y ejecutan porque es peligroso para el templo y el imperio, que oprimen de diversos modos a la gente. Y es llevado al cadalso en contra de su voluntad. Su testimonio no es el de la fortaleza para aguantar los sufrimientos y las torturas. Su testimonio resalta la importancia de la causa que defiende. Y por eso es invitación para valorarla y defenderla contra todas las objeciones y amenazas.

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