MONICIONES E IDEAS PARA LA HOMILIA DE SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

1 de noviembre de 2012

MONICIÓN DE ENTRADA: Bienvenidos a nuestra asamblea de hermanos que se quieren. Celebramos hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Es un día muy especial para todos nosotros, y para la Iglesia universal. Vamos a festejar a los Santos, a esas personas que ya están contemplando la luz del rostro de Dios. Son personas que supieron trazar su vida sirviendo a Dios y a sus hermanos. Y son ya eternamente felices. Muchos de ellos serán amigos nuestros, conocidos y, también familiares. El origen de esta fiesta es muy antiguo y se relaciona con la dedicación a Santa María, a la Virgen, en Roma, del Panteón de mártires. Pensemos que, un día, por la Gracia de Dios, nosotros acompañaremos a quienes ya disfrutan de la felicidad que no cesa.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA: Vamos a escuchar un texto, como primera lectura, de gran belleza que da forma a nuestra primera lectura de hoy. Es del Libro del Apocalipsis y San Juan profetiza sobre esa muchedumbre, que nadie puede contar, de toda raza y condición, que viven cerca del trono del Dios. Es una visión de la gloria que, sin duda, impresiona.

LECTURA DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS 7, 2-4.9-14

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello de Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles que encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles:

— No dañéis a la tierra y al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.

Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente:

— ¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del cordero!

Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo:

— Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Y uno de los ancianos me dijo:

— Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?

Yo le respondí:

— Señor mío, tú lo sabrás.

El me respondió:

— Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Palabra de Dios

MONICIÓN AL SALMO RESPONSORIAL:

SALMO 23: El Salmo 23 –como otros muchos—era utilizado por los judíos en la procesión que les introducía en el Templo de Jerusalén. Y para nosotros, hoy, es un canto de bendición del “grupo que busca al Señor”. Es una invitación a la santidad.

R.- ESTE ES EL GRUPO QUE VIENE A TU PRESENCIA, SEÑOR

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,

el orbe y todos sus habitantes:

él la fundó sobre los mares,

él la afianzó sobre los ríos. R.-

¿Quién puede subir al monte del Señor?

¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes

y puro corazón, que no confía en los ídolos. R.-

Ese recibirá la bendición del Señor,

le hará justicia el Dios de la salvación.

Este es el grupo que busca el Señor.

le hará justicia el Dios de salvación.

Este es el grupo que busca al Señor que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.-

MONICIÓN SEGUNDA LECTURA: El apóstol San Juan, en su Primera Carta, que es nuestra segunda lectura de hoy, nos ofrece una enseñanza muy importante para nosotros. Nos dice como será la vida futura, cuando Dios se manifieste y podamos verle tal como es.

DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN JUAN 3, 1-3

Queridos hermanos:

Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Palabra de Dios

MONICIÓN AL EVANGELIO: El Evangelio de San Mateo nos ofrece la proclamación de las Bienaventuranzas por Jesús de Nazaret en su Sermón del Monte. Las Bienaventuranzas son un programa para la vida presente, es la gran enseñanza del Maestro, es su programa de vida para nosotros. Escuchemos con mucha atención estos consejos sublimes de Cristo Jesús e intentemos, después de la Eucaristía, meditar en su enseñanza.

ALELUYA

Mt. 11, 28: Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os .aliviaré –dice el Señor

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándolos:

— Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos lo que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Palabra del Señor

HOMILIAS PARA VARIAS CELEBRACIONES

1.- LA FIESTA DE LA MISERICORDIA DEL SEÑOR: Por José María Maruri, SJ

2.- LLAMADOS A SER FELICES: Por José María Martín OSA

3.- CELEBRAMOS LA SANTIDAD, CONSEGUIDA GRACIAS A JESÚS: Por Pedro Juan Díaz

4.- LA ALEGRÍA DE LOS SANTOS: Por Gabriel González del Estal

5.- JESÚS NOS LLAMA PARA QUE SEAMOS PERFECTOS: Por Antonio García-Moreno

6.- ¿LO INTENTAMOS NOSOTROS?: Por Javier Leoz

7.- LA VIDA FUTURA DESDE EL ACTUAL PRESENTE: Por Ángel Gómez Escorial

PARA JÓVENES: LA SOLEMNE ASAMBLEA, TRIUNFO, FELICIDAD Y GOZO COMPARTIDO:

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- LA FIESTA DE LA MISERICORDIA DEL SEÑOR: Por José María Maruri, SJ

1.- Hoy es la Fiesta de la misericordia del Señor, porque nadie se salva por ser bueno, sino porque Dios es bueno y es bueno con grandes y pequeños. Ante esa multitud que nadie puede contar, se le viene a uno a la boca esa pregunta que acabamos de oír en el Apocalipsis: “y esos quienes y de dónde han venido”.

** ¿Son los heroicos misioneros, digo, un puñado de ellos que han recorrido medio mundo para bautizar a los pueblos como San Francisco Javier, cruz en lo alto en actitud de conquista?

** ¿Son los doctores que se han quemado las cejas sobre los libros y legajos para teologizarnos la fe como Santo Tomás de Aquino o San Alberto Magno?

** ¿Son los mártires (y estos me convencen más porque supone mucho dar la vida por Dios) que han regado con su sangre la tierra desde Santiago Apóstol hasta esos hermanos asesinados en Siria o Irak?

** ¿Son los confesores (que no son esos que buscáis muchas veces en los confesionarios y no estamos) sino esos que sus biógrafos pintan como niños que no mamaban los viernes o dejaban de berrear cuando su madre les hablaba de Dios? cualidad que yo quisiera tener en los bautizos comunitarios.

¿Quién es esa multitud? La de los pequeños, de los que más misericordia necesitamos.

2.- El Señor Padre Bueno que no deja de tener sentido del humor, porque si no su larguísima vida hubiera sido muy aburrida, parece decirnos que Él quiere mucho a esos santazos que se han subido a los altares al olor de las velas o los que hemos subido nosotros a empujones.

–pero que hoy quiere que en su casa haya fiesta, música, y se mate al becerro cebado, por todos esos hijos pródigos, ovejas o balas perdidas, que Él mismo salió a buscar y encontró entre zarzas y espinas.

–El Señor quiere fiesta por ese bandido de barba hirsuta que a última hora sólo le pidió un recuerdo: “Acuérdate de mi cuando estés…” ¿Y será mucho decir que el Señor también quiere fiesta por el otro barbudo de boca maldiciente que moría junto a Él? ¿Iba a perderse su sangre divina apenas derramada?

–Fiesta por esas pobres mujeres lanzadas a la calle no a vender otra mercancía que sus propios cuerpos, porque el inicio de sus vidas el ejemplo, la necesidad o el engaño las empujaron y ahora necesitan vender y venderse para alimentar a sus hijos, esas que a las que el Hijo de Dios proclamó cercanas al Reino de los Cielos

–Fiesta por esos pobres molestos, porque los pobres siempre nos molestan, tal vez porque nos desestabilizan, esos pobres voluntarios que no quieren trabajar, que viven una picaresca, que al lado del Lazarillo de Tormes es un cuento de niños, esos pobres que nos timan y engañan mil veces, pero que son hermanos míos y viven mucho peor que yo, y a Dios, tal vez, le encanta una picaresca que no encuentra en el cielo.

Y a ese Señor bondadoso y siempre perdonador le preguntaría yo hoy, en la fiesta de su misericordia, si no habrá fiesta por algún que otro Judas, el malo, el Iscariote, porque nos consolaría tanto a unos pocos aquí presentes.

2.- LLAMADOS A SER FELICES: Por José María Martín OSA

1.- Todos deseamos vivir felices. Nos esforzamos arduamente en toda nuestra vida para alcanzar la felicidad. La base de la verdadera felicidad está en el corazón. Jesús señaló el auténtico camino que conduce a la felicidad. Son las nueve propuestas de las Bienaventuranzas. Frente a la felicidad artificial e incompleta que ofrece el mundo, Jesús nos promete y hace realidad en nosotros el Reino de Dios. Las Bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Por eso su mensaje es revolucionario….Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera. Le criticarán, se meterán con él, será rechazado, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Tendrá que ir a contracorriente por defender valores evangélicos que contrastan con los valores del mundo. Pero el cristiano debe ser consecuente y afrontar el riesgo que supone seguir a Jesús de Nazaret.

2.- El camino más directo a la felicidad. "Unos turistas querían llegar pronto a un castillo, en la ladera de una montaña. Había varios caminos, todos ellos bastante largos, salvo uno que era un atajo muy corto, aunque extremadamente duro y empinado. No había manera de detenerse a comer o descansar, y la soledad era muy grande, porque casi nadie se atrevía a recorrerlo. Todos menos uno eligieron los caminos largos y fáciles. Pero eran tan largos que se aburrieron y se volvieron, sin llegar a su meta. Otros se instalaban a la sombra, a dormitar y charlar, y se quedaron ahí definitivamente. El que subió solo, por el atajo, paso toda suerte de dificultades, y en el momento en que le pareció que no podía más, se encontró ya en el castillo. Fue el único que llegó". Esta parábola es un reflejo de nuestra vida como cristianos. Si optamos por el camino fácil nunca llegamos a ser de verdad cristianos comprometidos con el mensaje de Jesús. Nos quedamos en el camino, sin decidirnos a optar radicalmente por El. Las Bienaventuranzas nos recuerdan que somos ciudadanos del cielo. Para llegar a la cima tenemos que escoger el camino directo, el mismo que eligió Jesús. Cuando El proponía el programa de las bienaventuranzas nos estaba mostrando lo que hizo por nosotros: fue pobre de espíritu, lloró por su amigo Lázaro y por Jerusalén, fue sufrido como cordero llevado al matadero, tuvo hambre y sed de justicia y no dudó en proclamarlo, practicó la misericordia y el perdón, fue limpio de corazón, trabajó por la paz y fue perseguido por los poderosos de este mundo a causa de haber defendido la justicia. Jesús nos propone que seamos pobres en el espíritu. No es que la pobreza sea un bien en sí misma, lo que es bueno es el desprendimiento y la disponibilidad del que "elige ser pobre en el espíritu". Este camino es arduo y costoso. Quien lo emprende necesita coraje, decisión, firmeza y constancia, buenos pies y mucho ánimo. No es para apocados y gente "de poco espíritu". Sabemos que hay alguien que sostiene los pasos del que elige este camino, el propio Jesús Él siempre va por delante abriendo senderos como luz del mundo y buen pastor. Pero no lo hace todo, sino que cuenta con nosotros, nos exige espíritu de lucha y que aceptemos los riegos que se presentan. No se trata de ser masoquistas escogiendo lo difícil en lugar de lo fácil. Se trata de asumir la opción por el Reino, a pesar de que esto conlleve dureza y esfuerzo. La recompensa es única y da sentido al esfuerzo: la posesión del Reino de los cielos, heredar la tierra, ver a Dios, ser llamado hijo de Dios.

3.- Un mensaje revolucionario. El que sigue el camino fácil no acaba de llegar a la meta porque no termina de comprometerse con la causa. Esto es lo que nos pasa a la mayoría de los cristianos: que no acabamos de entrar por el camino auténtico. No encontraremos nunca la felicidad que buscamos ni haremos realidad el Reino si ponemos una mano en el arado y volvemos la vista atrás. Nos seducen otra "felicidades" más fáciles y rastreras en lugar de escoger la senda empinada. De esta manera nos convertimos en antitestigos… Jesús invierte los valores de este mundo, lo pone todo al revés. Su mensaje es revolucionario, aunque se haya querido manipular la exigencia radical del Evangelio. Vivimos instalados en la sombra del camino o dando vueltas a elucubraciones teológicas, cuando lo único verdaderamente importante es el seguimiento de Jesucristo. No hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera, a seguir otro camino. Pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Nos criticarán, se meterán con nosotros, seremos rechazados, viviremos a contracorriente, pero estaremos contentos porque estamos en el camino del Reino. Puede que nos faltan las fuerzas, puede que no lleguemos a vivir plenamente el ideal del Sermón del Monte, pero no debe asaltarnos nunca el desánimo ni la desesperanza, pues la cima está cerca y un día llegaremos.

4.- Día de acción de gracias. Hoy recordamos a todas aquellas personas que gozan de la compañía de Dios en el cielo. Santos no son sólo los que están en los altares con figura hierática o "vestidos de blanco". Dice el Apocalipsis que es "una muchedumbre inmensa" que nadie podría contar. Hoy no es un día de tristeza, aunque muchos acudan a los cementerios a recordar a sus seres queridos y añoren su presencia entre nosotros. Hoy es un día de alegría porque muchos hermanos nuestros han llegado a la meta del encuentro con el Padre. Y son personas normales, que se santificaron en el día a día, son padres y madres de familia que, a pesar de las dificultades, confiaron siempre en el Señor y transmitieron a sus hijos el don de la fe ¿por qué solo se canoniza a los obispos, papas, curas o monjas?, ¿es que es menos santo el que realizó su tarea de padre o madre con un dedicación ejemplar? Un santo es alguien que hace la bondad atractiva. La recompensa se obtiene ya en este mundo, ahora que ya somos hijos de Dios. Peo todavía no se ha manifestado lo que seremos, nos dice la Primera Carta de Juan. Cuando se manifieste seremos semejantes a El y podremos gozar plenamente de su amor en compañía de la muchedumbre inmensa que nos ha precedido, también nuestros familiares y amigos que están en la casa del Padre. ¡Qué dicha será volver a gozar de su presencia! Hoy es un día para dar gracias a Dios por tantas personas buenas que nos han precedido en la fe.

3.- CELEBRAMOS LA SANTIDAD, CONSEGUIDA GRACIAS A JESÚS: Por Pedro Juan Díaz

1.- En esta fiesta de Todos los Santos recordamos a esa “muchedumbre inmensa, que nadie podría contar” (de la que hablaba la primera lectura) y que gozan ya de la presencia de Dios en el cielo, aunque no tengan un “hueco” en nuestro santoral litúrgico. Hoy recordamos a muchos seres queridos, familiares y amigos, que ven a Dios “tal cual es” (que nos decía San Juan en la segunda lectura). Hoy nos recordamos unos a otros que esa es nuestra meta, encontrarnos con Dios cara a cara y gozar de su presencia por toda la eternidad. Ser dichosos, felices, bienaventurados (como nos dice el evangelio de hoy).

2.- Ese es el destino que Dios tiene preparado para sus hijos, para ti y para mí. “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos HIJOS”. ¡LO SOMOS!… pero aún no se ha manifestado lo que seremos… seremos semejantes a Él, seremos como Dios. Lo que en el principio de la creación fue motivo de alejamiento de Dios (Adán y Eva quisieron ser como Dios), ahora es una bendición, es nuestro destino final: ver a Dios cara a cara y darnos cuenta de que nos ha creado a su imagen y semejanza y que llevamos en nuestras entrañas más profundas la huella de un Dios Padre que ama a sus hijos e hijas con locura.

3.- Mientras tanto, caminamos en esta vida, una vida que hay que vivir con pasión, una vida que Jesús de Nazaret nos enseñó a vivir, porque eso es fundamentalmente lo que nos enseño, un estilo de vida. Pero a todos nos cuesta llevarlo a la práctica. Al leer las Bienaventuranzas escuchamos esos gritos de alegría del Señor porque ve cercano el Reino de Dios y la liberación que viene con él. Pero también descubrimos que en su corazón están todos aquellos a los que la vida golpea cruelmente, pero que encajan los golpes con la confianza puesta en Dios Padre. Y de esa manera han conseguido formar parte de nuestra familia del cielo, de todos los santos.

4.- A veces eso de ser santos se nos hace un poco lejano, porque nos vemos muy limitados, porque los santos que conocemos son como de otro mundo. Pero la santidad es un proyecto que está a nuestro alcance, sino Dios no nos lo propondría como meta. Él nunca nos pedirá nada que no podamos hacer, que sea superior a nuestras fuerzas. Es más, nos da las fuerzas necesarias para que podamos llevarlo a cabo. Él sabe de nuestras capacidades y confía en nosotros, incluso a veces más que nosotros mismos. Pero la santidad exige un esfuerzo, un compromiso, una opción de vida radical. Y la recompensa es una felicidad muy grande, como nos muestra el evangelio hoy.

5.- La santidad empieza por la alegría. “Un santo triste es un triste santo”. Esta frase nace de lo que la gente valora en una persona, y lo primero es la alegría. Esa alegría viene del trato habitual con un Dios que nos ha cambiado la vida y la historia. Una vida y una historia que parecían que iban a tener un mal final, pero que Jesús ha conseguido cambiar a un final feliz. Eso es lo que nos quiere decir el libro del Apocalipsis en la primera lectura. Este libro no es un libro de sueños, sino un libro de esperanza. Es la expresión de la fe de unos cristianos que están viviendo la persecución, pero que, por encima de todo, creen que “¡la victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!”. Por tanto, hay que perseverar, porque la victoria está asegurada.

6.- La santidad es, por tanto, también un gran esfuerzo, un gran compromiso. No se consigue sentado en un sillón. Hoy celebramos la santidad, conseguida gracias a Jesús, a su muerte y resurrección. Y eso no fue nada fácil. La santidad nos acerca más a ese Dios que fue capaz de dar su vida para que todos tuviéramos Vida eterna, para acercarnos más a Dios y a su Reino. Finalmente, la santidad se consigue con el “roce”, con el trato habitual con Dios, contagiándonos de sus mismos sentimientos hacia las personas. La santidad nace de la amistad con Dios, que se hace día a día, poco a poco, a fuego lento, perseverante, sin prisas… Santa Teresa decía que la santidad no consiste en hacer cada día cosas más difíciles, sino en hacer cada día cosas con más amor. Así las hace Dios y a Él queremos parecernos. Eso es la santidad, amar por encima de todas las cosas.

7.- Ese “roce” y ese trato habitual con Dios harán que transparentemos a Dios en todo lo que hagamos y que también nos sintamos llamados a vivir su proyecto de amor hacia los más marginados y excluidos: los pobres, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos… En ellos encontramos a Dios más claramente. Ellos serán consolados, saciados, poseerán la tierra, alcanzarán misericordia, verán a Dios tal cual es, serán semejantes a él, serán santos, en definitiva.

Pedimos al Señor en esta Eucaristía que nos ilumine para que podamos llevar a la práctica en nuestro día a día ese proyecto de felicidad que él tiene para nosotros.

4.- LA ALEGRÍA DE LOS SANTOS: Por Gabriel González del Estal

1.- Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Hoy nos referimos a todos los santos, en general, no a algún santo canonizado en particular. Es fácil que muchos de nosotros hayamos conocido alguno de estos santos anónimos, sin reconocimiento, ni culto público: algún familiar, alguna persona conocida y admirada, algún compañero, algún maestro, alguna persona de la vida pública, etc. Estas personas a las que hemos admirado por su bondad y por su santidad solían ser personas alegres, no con una alegría bullanguera y desbordante, sino con una alegría interior, llena de paz y bonhomía. Tuvieron problemas y dificultades, sufrimientos y dolores, en algunos casos persecuciones y castigos, pero no perdieron nunca la paz y la alegría interior, nunca quisieron devolver mal por mal, sino al revés. ¿Cuál fue la causa de esta paz y de esta alegría interior? Yo creo que, en gran medida, fue la fe honda y profunda que tenían en Dios. Sabían muy bien que en esta vida todo pasa y que, al final, sólo Dios queda, que “al que Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”. Sí, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz son ejemplos muy conocidos de esto; pero hubo cientos y miles de santos anónimos de los que podríamos decir lo mismo. La fe y la confianza en Dios pueden hacer que una persona esté alegre y contenta, a pesar de los muchos padecimientos que tenga que soportar en esta vida. Hagamos de nuestra fe y de nuestra confianza en Dios una fuente de paz y de alegría, que no se vea nunca nublada por las dificultades de esta vida. Porque, después de todo, como dice la sabiduría popular, “un santo triste es un triste santo”.

2.- Estos son los que vienen de la gran tribulación. Estas palabras del libro del Apocalipsis se refieren a aquellos que habían lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero, a los mártires cristianos de los primeros tiempos del cristianismo. Estos mártires, testigos, habían soportado con fortaleza y hasta con alegría los tormentos, cuando ofrecieron su propia vida como testimonio de su fe en Cristo. No lo habían hecho con miedo y tristeza, sino con serenidad, paz y valentía. San Ignacio de Antioquia, cuando va a Roma, camino del martirio, les dice a sus fieles que no le impidan ser triturado por los dientes de las fieras, porque desea convertirse en pan de Cristo. La fe de los mártires era más fuerte que el miedo natural a perder la vida física, porque sabían que los sufrimientos de esta vida no son nada, en comparación con las alegrías de la vida eterna. Es muy probable que ninguno de nosotros tengamos la necesidad de ofrecer nuestra vida para testimoniar nuestra fe, pero para que nuestro diario vivir sea un auténtico testimonio de nuestra fe cristiana sí necesitaremos siempre la fuerza y la ayuda de la fe. Seamos valientes y demos testimonio de nuestra fe con entusiasmo y alegría.

3.- Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Este es el manantial último de donde nace nuestra fe, el saber que somos hijos de Dios. Si vivimos conscientes de que somos hijos de Dios no tendremos miedo de padecer y sufrir en esta vida; Dios es eterno y nuestra vida aquí en la tierra es sólo el camino que debemos recorrer para llegar hasta él. El final del camino es paz, alegría y bienaventuranza, el final del camino es Dios. Por eso, puede decir el salmo que “vienen con alegría los que caminan por la vida, Señor”. Porque al final del camino ya no habrá camino, sino vida eterna y bienaventurada. La vida que viven ya ahora todos los santos de Dios.

5.- JESÚS NOS LLAMA PARA QUE SEAMOS PERFECTOS: Por Antonio García-Moreno

1.- UNA MUCHEDUMBRE INMENSA.- El vidente de Patmos, en medio de su destierro en aquella isla, recibe el consuelo de otra visión gloriosa. Para que se consuele de sus pesares, y para que la transmita a cuantos como él también sufrían la persecución injusta y cruel del emperador. Aquí ve al Pueblo de Dios que ha llegado ya a la Tierra prometida, la Iglesia triunfante que canta gozosa por toda la eternidad.

Llama la atención la insistencia en el elevado número de los que forman esa muchedumbre de los santos en el cielo. Son ciento cuarenta y cuatro mil por cada una de las doce tribus de Israel, y luego habla de un gentío inmenso de toda raza, "que nadie puede contar". No podía ser de otra manera, ya que el sacrificio redentor de Cristo tiene valor infinito. Pero al mismo tiempo señala que vienen de la gran tribulación, han pasado primero por el Calvario para así llegar al Tabor, por la Cruz llegaron a la Luz.

2.- NADA MENOS QUE HIJOS DE DIOS.- Sin duda que la grandeza del don entregado es índice de la grandeza del amor que lo entrega. Por eso Jesús le dice a Nicodemo, para que se haga idea del amor divino, que tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito… Por otra parte dice San Juan en el evangelio que a los que creyeron en Cristo les dio el poder ser hijos de Dios. Una filiación que no deriva de la sangre ni de la carne, sino que viene de Dios.

Es algo tan grande que llena de asombro al hagiógrafo, quien después de tanto tiempo aún se queda pasmado al considerar la índole de esa filiación que, aunque de forma incoada y parcial, ya disfrutamos en esta vida y cuya plenitud llegará más tarde, cuando veamos a Dios tal cual es…Sin duda que estamos ante una realidad que supera nuestra capacidad de entendimiento. De todos modos, una cosa sí podemos decir: la filiación divina es lo más grande que un hombre puede tener.

3.- TODOS SANTOS: FIELES, FELICES.- El Sermón de la Montaña, cuyo prólogo o introducción lo forman las bienaventuranzas, que estaba dirigido no sólo a los discípulos y apóstoles que estaban más cerca, sino a todos cuantos seguían a Jesús. Algunos autores dicen que no, sostienen que estas palabras, cargadas de exigencias heroicas, sólo iban destinadas a unos pocos, a los que seguían habitualmente a Jesús. Pero no es así. Al final del discurso, el evangelista dice que la muchedumbre se admiraba de su doctrina. Por tanto, para todos habló Jesús.

La santidad que las bienaventuranzas comporta no es el privilegio de unos cuantos. A todos nos llama Jesús para que seamos perfectos como nuestro Padre Dios lo es. Es cierto que cada uno lo será según sus propias circunstancias, pero en todo discípulo del Señor tiene que darse esa humildad y confianza, esa sencillez y generosidad que comportan las bienaventuranzas. Lo contrario sería reservar la dicha de ser fieles a unos pocos.

6.- ¿LO INTENTAMOS NOSOTROS?: Por Javier Leoz

1.- Todos, en nuestro discurrir por la vida, soñamos con unos ideales, pretendemos unas metas o unas aspiraciones por conquistar. El Año de la Fe, entre otras cosas, nos interpela a lo más hondo de nuestras entrañas: ¿Es la fe decisiva en aquello que pensamos y aspiramos? ¿Es el cielo la meta deseada? ¿Soñamos con esa realidad eterna a la cual se nos convida con la cuchara y el tenedor de las bienaventuranzas?

La Festividad de Todos los Santos, es aquella fiesta que corona los méritos y las hazañas de aquellos hombres y mujeres, que con unos parámetros muy distintos a los del mundo, supieron llegar a las más altas cotas de santidad.

*Unos, con FE, llevaron una vida sin demasiado ruido. Sabían que Dios, en el silencio, se hace más fuerte que el protagonismo al que nos tiene acostumbrado la sociedad.

*Otros, desde la FE, curtieron su perfección desde el sufrimiento. Aguantaron lo suyo. No se dejaron vencer por las dificultades ni por el qué dirán.

*Otros más, por la FE, mantuvieron bien alta la cabeza y el pecho hacia fuera con las cosas de Dios. Fueron perseguidos y hasta calumniados por defender la verdad, por promover la justicia por decir ¡no! donde, a veces, los poderosos decían ¡sí!

La Solemnidad de Todos los Santos es la mano de Dios escondida donde menos pensamos. Es la gracia de Dios, desparramada en quién menos imaginamos. Es el poder del Señor en aquel ser querido, cercano o lejano, reconocido o famoso, que a lo largo y ancho de la historia han gozado cumpliendo al cien por cien la voluntad de Dios

Hoy, sin distinción ni acepción alguna, en el Año de la Fe, exclamamos: ¡TODOS LOS SANTOS! Los que gozan de popularidad y los que quedaron en el anonimato; los que veneramos y los que, inconscientemente despreciamos concluyendo que fueron vulgares y que pasaron sin ton ni son. Pero, ellos, gozaron con la felicidad que brotaba de Dios. Saborearon la felicidad que venía de Dios.

2.- Hoy, por otro lado, es el día en el que advertimos que, la felicidad, se asoma por un horizonte totalmente contrario al que miramos; desde una dirección que, quien la encuentra, recoge un espíritu de paz y de misericordia, de luz y de verdad, de fortaleza y de futuro, de eternidad y de recompensa: DIOS.

¿Qué hizo esta gente para alcanzar la santidad? ¿Qué compás eligieron para marcar su existencia con la melodía de la felicidad? ¡Ni más ni menos que abrazar el racimo de las bienaventuranzas; exprimieron el zumo de lo que, ante el mundo, puede parecer ridículo o pasado de moda! ¡Nadaron contracorriente, y por ello mismo, porque Dios les sedujo, son santos!

–Hoy es el día de la alegría. El día de felicitarnos. El día de abrir una puerta a la esperanza: ¡es posible ser santo! ¡Es posible ser cristiano y ser feliz! ¡Es posible cambiar a nuestro mundo de color con el calor de la fe!

Los santos no son aquellos que, en el curso de la historia, los hemos materializado, esculpido y visualizado en madera o impreso en estampa. Los santos son aquellos que bebieron de la fuente de la alegría de la fe; los que se hicieron paso en la vida soñando con ver a Dios; los que proponían sin desmayo y sin vergüenza alguna que, nuestro mundo o el hombre no es más feliz cuando se aleja de Dios, sino más desgraciado.

Qué gran testimonio, el de Todos los Santos, en este Año de la Fe: estamos llamados a cultivar todos esos valores que han hecho de tantas personas algo digno de tener en cuenta para Dios y, sobre todo, porque supieron marcar su vida con el sello de las bienaventuranzas. ¿Lo intentamos nosotros?

Hoy, es el día en el que, espontáneamente, surge desde nuestro interior: ¡dichosos vosotros! ¡Los que gozasteis y sufristeis! ¡Los que sonreísteis y llorasteis! ¡Los comprendidos o perseguidos! ¡Los que padecisteis hambre pero en el cielo estáis hartos!

¡Felices, santos! ¡Felices vosotros! Porque, supisteis dar con ese pozo de felicidad inmensa que, a ocho caños, despertó vuestra vida e hizo más suculenta y preciosa vuestra vida: las bienaventuranzas.

¡Felices, vosotros! Porque, tal vez, entre algunos de vosotros….se encuentra alguno de los nuestros

¡Felicidades y ayudadnos a nosotros a ser dichosos!

3.- DICHOSOS…VOSOTROS

Porque, sin meter ruido, fuisteis escuchados por Dios

Porque, sin ser reconocidos, Dios os ha galardonado

Porque, sin pretender riquezas, el Señor fue vuestro gran tesoro

Porque, sin ser comprendidos, comprendisteis que Dios era la última Palabra

DICHOSOS…VOSOTROS

Que gozáis lo que, nosotros, quisiéramos festejar

Que saltáis de alegría al lado del Creador

Que destelláis en alegría desbordante y celeste

Que gustáis lo que, tantas veces, vivisteis con sencillez y obediencia

DICHOSOS…VOSOTROS

Que no buscasteis la paz que el mundo pretendía sino la justicia de Dios

Que no os acobardasteis ante las dificultades

Que no confundisteis paz con tranquilidad de conciencia

Que no os dejasteis vencer por el poderoso caballero don dinero

DICHOSOS…VOSOTROS

Que, siendo perseguidos, supisteis ver en ello un soplo hacia el cielo

Que, siendo humillados, intuisteis que Dios os engrandecía

Que, siendo apartados de mil caminos, no os alejasteis del verdadero

Que no sucumbisteis a falsos ideales que el mundo os ofreció

DICHOSOS….VOSOTROS

Que sonreís a carcajada limpia en el cielo

Que cantáis la gloria de un Dios que os dice ¡bienaventurados!

Que rezáis por los que, aquí y ahora, intentamos ser bienaventurados

Que ofrecéis a Dios, vuestra felicidad, por los que no la poseemos

DICHOSOS…VOSOTROS

Porque, después de cumplir al dedillo, el plan de Dios

Tenéis, bien merecida, esa santidad que hoy el Señor,

La Iglesia, los cristianos y todos los hombres de buena voluntad

Reconocen en vuestra virtud heroica, constante y sin tregua.

¡DICHOSOS…Y FELICES VOSOTROS!

7.- LA VIDA FUTURA DESDE EL ACTUAL PRESENTE: Por Ángel Gómez Escorial

1. – Hemos comentado en el editorial de esta semana nuestra idea sobre las Bienaventuranzas que narra San Mateo en el Evangelio de hoy, Solemnidad de Todos los Santos. Ellas marcan –tal como decimos allí– nuestra deseable "forma de ser" como cristianos. Y, por tanto, será una común característica para todos los que están disfrutando de la Visión de Dios. La condición de Santos la refleja bien San Juan en el fragmento del Apocalipsis, donde "una muchedumbre inmensa que nadie puede contar está en pie ante el Trono del cordero". Nos acerca al gozo de permanecer en la presencia de Dios para siempre. Es este texto un mensaje de Eternidad con olor a Mundo Futuro que, tal vez, no podamos comprender bien, pero que asoma esa unidad de estado y de presencia adorando continuamente al Señor, en presencia de los ángeles. Pero, tal vez, habría que hacer una aclaración: ese mensaje de Vida Futura se establece y se pone en marcha del actual presente de todos y cada uno de nosotros.

2.- Va a ser también San Juan en su Primera Epístola quien defina nuestra condición de Hijos de Dios y que será nuestro "pasaporte" para el cielo. Es posible que ahora no podamos racionalizarlo bien. Pero para llegar a su cercanía real y fehaciente hemos de ser sus hijos. "Queridos, ahora somos hijos de Dios –dice San Juan– y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro". ¿No tiene bastante similitud este argumento con los expresados en la imagen gloriosa del Apocalipsis anteriormente citada? Sí, por supuesto. Y ambos textos nos sirven para contemplar esa vida en el cielo que es nuestra meta futura. Antes que nosotros, miles y millones de santos –unos conocidos, otros desconocidos– viven la felicidad se saberse hijos muy cerca del Padre, viendo su rostro continuamente.

2. – Son las Bienaventuranzas son programa para la vida presente, aunque tienen su traducción el premio del cielo. Es mensaje terreno para mejor caminar hacia el cielo y hasta en el cielo. Pero, insisto, los textos de Juan –Apocalipsis y Carta– son escenas para lo eterno. Nuestra meditación debe ir por esa proximidad celeste que nos ofrecen los textos citados. Claro que no es fácil, porque, tal vez, tengamos una idea del cielo –de la Vida Futura– marcada por el viejo cliché de la imaginería tradicional, con los angelotes revoloteando sobre nuestras cabezas y eso nos impida centrarnos en su contemplación y, sin embargo, dichos textos de Juan son muy precisos. Alguna vez, debemos olvidar la tierra y pensar en el cielo. No es malo quitar esos pies de la tierra y volar hacia el lugar donde nos espera el Señor. La Fiesta de Todos los Santos es una buena ocasión.

3. – Esta fiesta de Todos los Santos es muy antigua y parece que su origen está en la dedicación del Panteón Romano a Santa María y los mártires. En el Siglo IV la iglesia oriental ya conmemoraba esta fiesta. En el siglo IX se comienza a celebrar en lo que hoy es Francia para luego extenderse a toda la Iglesia latina. En los primeros textos cristianos, escritos inmediatamente después del Nuevo Testamento, nos encontramos con una pieza muy singular que son las Actas de los Mártires. Se trata de los documentos que reflejan los juicios a que fueron sometidos un cierto número de cristianos que se oponían a las leyes romanas de adorar ídolos y de presentar sacrificios rituales a las estatuas de los emperadores. Dichos relatos que, por supuesto, contienen interesante doctrina, también consagran documentalmente a un cierto número de santos por su martirio. El culto a los mártires fue muy importante entre esos primeros cristianos y de ahí se originó la devoción a esos hermanos singulares que supieron dar su vida por Cristo. Lo que los fieles pedían a esos mártires es muy parecido a lo que nosotros hoy solicitamos en nuestras devociones.

La tradición de "hacer santos", de canonizar a cristianos de singulares méritos, es muy antigua. Y el día que litúrgicamente se dedica a recordar a todos los santos, a los conocidos y desconocidos, es este primero de noviembre, en el que las oraciones de la Misa van dirigidas a ese gran número de intercesores que nosotros necesitamos para seguir adelante con nuestros trabajos de ser buenos cristianos. Las Iglesias reformadas, tras la protesta de Lutero, prescindieron de esa práctica canónica. No así las Iglesias ortodoxas que han continuado buscando ejemplos de santidad y venerándolos. En nuestra Iglesia –Católica, Apostólica y Romana–, el pontificado de Juan Pablo II se caracterizó por un incremento notable del número de las beatificaciones y canonizaciones. El beato Juan Pablo II ha pasado a la historia como el Papa que más santos ha elevado a los altares. El actual Papa, Benedicto XVI ha vuelto la cadencia de canonizaciones y beatificaciones a una “velocidad de crucero”, más cercana a la tradicional costumbre de la Iglesia. De todas formas, los procesos de beatificación son largos y muy precisos. Se trata de una investigación que busca, con todos los esfuerzos humanos, la mayor cantidad de información contrastada posible que permita elevar sus conclusiones de manera muy segura en cuanto a la santidad de la persona estudiada. Junto a eso está, evidentemente, el poder del Espíritu Santo que ayudará a que dichos juicios no sean erróneos. Con respecto a la etapa actual significa un incremento notable de estas causas de beatificación y un mayor trabajo en todos los estamentos –desde las diócesis hasta la congregación vaticana correspondiente– respecto a dicha materia.

4. – En definitiva lo que nos da el "efecto de los santos" es una mejoría de la actitud de los cristianos. El ejemplo de la vida de los santos y las gracias especiales que esas personas elevadas a los altares pueden dar a quienes les siguen constituye un hecho más que evidente. Las devociones tienen pues esa atracción espiritual y, a veces, no son muy explicables racionalmente, aunque en algún momento pueden recibirse gracias especiales. Hay otro matiz interesante es esta celebración de Todos los Santos que es reverenciar por un día a todos aquellos hermanos nuestros que alcanzaron la santidad y que no son conocidos. Algunos de ellos pueden estar intercediendo por nosotros sin que lo sepamos. Y eso es muy hermoso.

5. – El mejor análisis que se puede hacer de los santos y de su relación con nosotros –los que aún estamos en este mundo– reside en que es perfectamente posible poniéndose en presencia de Dios entender mejor lo que es el Reino de Dios. Incluso, en algunos momentos en los que ponerse en la cercanía del Señor no parece posible, siempre puede aparecer el buen trabajo de un santo intercesor. Todo nuestro camino de cristianos en mucho más fácil a partir de esa conexión espiritual que se nos da. Y dicha conexión forma parte en la esperanzadora doctrina de la Comunión de los Santos. Todos los que seguimos a Jesús y vivimos con su gracia en esta vida y todos aquellos que ya en el cielo contemplan su rostro estamos unidos. La intercesión de los santos no es pues algo raro, misterioso o indefinible. Responde a esa unión entre los fieles de todas las épocas que preside Cristo como cabeza de su Iglesia.

Esa extraordinaria forma de comunicación que nos da la Comunión de los Santos es, en definitiva, lo que celebramos hoy. Tenemos miles y miles de intercesores que nos facilitan el camino hacia Dios. Meditemos en ello.

PARA MÁS JÓVENES: LA SOLEMNE ASAMBLEA, TRIUNFO, FELICIDAD Y GOZO COMPARTIDO: Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Hoy es una fiesta peculiarmente europea, pero que no por ello deja de ser Católica, universal. Sus orígenes quedan desdibujados en los recuerdos de las Catacumbas romanas, el traslado de sus restos para que no fueran profanados y la veneración que se les tributó en diferentes lugares, principalmente al depositar buena parte de ellos, en lo que los clásicos llamaron Panteón, es decir, edificio dedicado a todos los dioses (ellos creían que eran muchos). Lo que os digo no es del todo seguro. Os lo advierto para que no sea grande vuestra decepción si, al visitar Roma, os acercáis ilusionados al edificio. Añádase que se destinó posteriormente el recinto a ser mausoleo de la breve dinastía monárquica de los Saboya, resultado de la unificación de la península itálica.

2.- La solemnidad de hoy, sin duda, enraíza en el respeto por la corporeidad humana. Acordaos, mis queridos jóvenes lectores, del proceder de los discípulos de Juan el Bautista, que después de degollarlo Herodes, recogieron su cuerpo y lo enterraron. De los mártires que entregaron a las fieras los emperadores romanos, no podían, en la mayoría de los casos, conservar otra cosa que sus vestidos ensangrentados, y así lo hacían. Más tarde, este respeto y aprecio, lo sintieron los cristianos por los restos de los confesores, de los maestros o doctores y por cualquier manera de vivir la santidad, a ejemplo de la del único santo del todo, que es el Señor Jesús.

3.- El aprecio a las reliquias, su custodia venerada, los recuerdos de aquellos objetos que usaron en su vida histórica, parece, como os decía, es el inicio de esta fiesta. Con el tiempo, quiso la Iglesia tener nociones precisas de quienes habían sido testigos del Señor. Tal vez la mayoría de ellos, sin haberle visto nunca, sus vidas habían sido precisamente su actualización. Se quiso documentarlos, inscribirlos en un catálogo, poner sus nombres en un álbum, se pide ceremoniosamente en la liturgia de proclamación. La lista que enviaron en aquel tiempo las Iglesias locales, no fueron siempre exactas. De la misma Hildegarda, declarada hace pocos días Doctora de la Iglesia, se olvidaron. El pueblo no se inquietó y continuó llamándola santa, hasta que los de Roma se decidieron la meterla, casi a escondidas. En la población donde vivo, Tagamanent, nació un chiquillo que marchó a un cenobio. Allí, Sant Joan de les Abadesses, creció en santidad, murió, se le enterró en un bellísimo sepulcro dentro del monasterio, la población le dedicó una calle y una jornada. Pero no encontraréis su nombre en el volumen del que vengo hablando. No puedo continuar sin nombrarlo exactamente, se llama Martirologio Romano. Fue el último documento publicado, a tenor de las indicaciones del Concilio Vaticano II. Gracias a Dios, periódicamente se le añaden nombres. Pese a que la edición oficial en papel, que tengo desde el primer día, fuera en lengua latina, por Internet lo encontraréis en castellano y gratuitamente.

3.- No es dogma de Fe que estén todos y pese a que de continuo, siguiendo normas estrictas, se estudian minuciosamente las historias que se presenten a la correspondiente comisión comisionada para estos menesteres y, después de largos estudios y disquisiciones, se proclame su santidad, la mayor parte de los santos son ignorados, son minucias de los archivos o tal vez ni a esto lleguen, porque ni siquiera hay archivos en el lugar o fue su testimonio conocido por alguien. Los procesos requieren laboriosos estudios y presentarlos en documentos certificados, testificados, lacrados, llevados a mano, como las valijas diplomáticas. Como habréis supuesto bien, no siento ninguna simpatía por estas labores, pero colaboro cuando se me solicita, como lo he hecho con el caso de Josefina Vilaseca, una chiquilla intrépida de nuestro obispado, que, puesto el cuchillo en su cuello, se negó a tener relaciones sexuales, simplemente porque era pecado. Escaneé sus cuadernos escolares, de ingenua y sincera espiritualidad, fotografié los lugares por donde se movió, me entreviste con su hermana, que se acuerda de los hechos como si hubieran ocurrido antes de ayer. He entregado mis trabajos y me alegraré si un día la meten oficialmente en la lista, pero no me preocupa demasiado. Olvidaba deciros, mis queridos jóvenes lectores, que nuestra heroína tenía doce años, seguramente la llamarían tonta y molesta pre adolescente, para tantos educadores progres de hoy. Sin duda, una santa mártir para Dios. Y eso es lo que cuenta.

4.- Con motivo de esta solemnidad quisiera recordaros dos cosas que repito muchas veces. Primero, nunca en la historia del Cristianismo, hubo tantos mártires. Ellos son las flores de la Iglesia. Una planta que florece, es prueba de que goza de buena salud, no lo olvidéis. Segundo, el martirio y santidad testimonial se dan y se reconocen en otras Iglesias y Confesiones, además de la Católica. El mismo Papa Pablo VI se refirió a testimonios de este valor con motivo de canonizaciones de santos africanos, pertenecientes la Iglesia Anglicana. Y nadie duda de la calidad mística de Serafín de Sarov, nombrándolo santo de la Iglesia Ortodoxa rusa. Son dos ejemplos, hay muchos más.

5.- Si un día vais un día a Roma, no dejéis de visitar la iglesia de San Bartolomeo, situada en la isla Tiberina, muy cerca de donde estuvo el puente Milvio, cuya victoria en el lugar, abrió las puertas a la libertad religiosa en el imperio romano y cuyo no sé qué centenario, se conmemora esta semana. Pues bien, en este recinto encontraréis testimonios, reliquias, objetos de uso piadoso o cotidiano, de los mártires del siglo XX. Son unos cuantos y no todos católicos. Si se quisiera coleccionarlos todos, mártires, profetas, confesores, clérigos, maestros… no cabrían en el mayor estadio olímpico que os podáis imaginar. En el Cielo sí que caben todos y aun queda un sitio para cada uno de nosotros. Nos lo ha reservado el Señor.

La Solemnidad de hoy es un anticipo, el aperitivo, de la gran fiesta del final de los tiempos. No os olvidéis de iros preparando. Se trata de acumular actos generosos, compasión, solidaridad, justicia, austeridad, alegría, atuendo y modales. No vayáis ese día a hacer el ridículo y ser expulsados.

MONICIÓN POSCOMUNIÓN

DICHOSOS….VOSOTROS

Que sonreís a carcajada limpia en el cielo

Que cantáis la gloria de un Dios que os dice ¡bienaventurados!

Que rezáis por los que, aquí y ahora, intentamos ser bienaventurados

Que ofrecéis a Dios, vuestra felicidad, por los que no la poseemos

DICHOSOS…VOSOTROS

Porque, después de cumplir al dedillo, el plan de Dios

Tenéis, bien merecida, esa santidad que hoy el Señor,

La Iglesia, los cristianos y todos los hombres de buena voluntad

Reconocen en vuestra virtud heroica, constante y sin tregua.

¡DICHOSOS…Y FELICES VOSOTROS!

EXHORTACIÓN DE DESPEDIDA

Es lógico que nos vayamos felices a nuestras casas tras nuestra eucaristía de Todos los Santos. Sabemos que ellos velan por nosotros y piden a Dios que siempre esté con nosotros. Nos sabemos muy seguros, a pesar de todas las dificultades que nos ha tocado vivir en estos tiempos.

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