EL DOMUND EN LOS MENSAJES DE PABLO VI

La coincidencia de la beatificación de Pablo VI con el DOMUND 2014 es una buena ocasión para recordar el sentido de este día, tal y como el papa Montini lo expuso en sus iluminadores Mensajes para la Jornada Mundial de las Misiones.

Sobre su beatificación:

El dia 9 de mayo por la tarde, el Papa Francisco recibió en audiencia privada al Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y autorizó la promulgación de una serie de Decretos referentes, entre ellos esta, el milagro, atribuido a la intercesión del Venerable Siervo de Dios Pablo VI (Giovanni Battista Montini), Sumo Pontífice; nacido el 26 de septiembre de 1897 en la localidad italiana de Concesio y fallecido el 6 agosto de 1978 en Castel Gandolfo. En esta misma audiencia, el Santo Padre autorizó al Dicasterio que comunique que el rito de la beatificación del Venerable Siervo de Dios Pablo VI tendrá lugar en el Vaticano, el próximo 19 de octubre, en el marco de la celebración del DOMUND.

El DOMUND en su programa:

En sus Mensajes, Pablo VI dice de esta Jornada que es “una ocasión para reavivar en el corazón de todos los fieles, la conciencia de la vocación misionera, propia de toda la Iglesia” (1968, 1). Asimismo, que es “una invitación a la oración, al estudio y a la ayuda en favor de las necesidades de las misiones católicas” (1966, 1), y “una poderosa e indispensable ayuda para las misiones dependientes de la S. C. para la Evangelización de los Pueblos” (1972, 6). El Papa recurre también a una expresión del cardenal Van Rossum, prefecto de ese dicasterio en los orígenes de la Jornada 1926: “La verdadera fiesta de la apostolicidad, el gran día de la catolicidad” (1974, 1).

El DOMUND ha de constituir “un recio aldabonazo que suscite en la conciencia de los fieles el dinamismo misionero inherente a su fe” (1973, 6), pero a la vez debe ser “la expresión espontánea de un espíritu misionero, mantenido vivo todos los días del año mediante la oración y el sacrificio” (1972, 5). Un espíritu que tiene siempre presentes a los misioneros: “Esta Jornada es por vosotros, […] que tenéis necesidad de sentir detrás […] la solidaridad de toda la Iglesia, que por su dilatación sobre la tierra dais la vida en vanguardia, predicando, trabajando y sufriendo con Cristo” (1967, 1).

Si Benedicto XVI tituló “La caridad, alma de la misión” su primer Mensaje para esta Jornada (2006), “La caridad, alma del DOMUND” podría ser el encabezamiento de estas palabras de Pablo VI: “El programa de la Jornada no es más que un resumen de la «misión» misma de la Iglesia: hacer visible, por medio de la caridad fraterna, el amor invisible del Padre que está en los cielos. He aquí, pues, que la Jornada se transforma en una inmensa y simultánea presentación del Amor infinito de Dios a todo el mundo, recordando a los «hijos de Dios», que viven en su casa, el deber de colaborar con el Padre para la salvación de los hermanos que viven fuera de ella. […] He aquí el espectáculo de la caridad material, que en todo el mundo […] une a los cristianos al sacrificio cotidiano, a las fatigas apostólicas y a los méritos de los misioneros. He aquí que el imperioso socorro al hambre material de los pueblos […] se ilumina con una luz más noble, en la construcción de iglesias, de escuelas y de centros profesionales, como auxilio al hambre de verdad, de amor, de instrucción que les aflige” (1966, 3).

El horizonte de la Jornada

Pablo VI señala que fue “la difusión entre el Pueblo de Dios de la doctrina sobre el universalismo misionero la primera y más importante finalidad que se asignó a esta Jornada”, que permite “dirigir una mirada nueva sobre las misiones […] y examinar la evangelización local y la evangelización lejana como integradas en una misma pastoral misionera, cuya única fuente es Cristo” (1976, 1). Este renovado espíritu misionero se expresará en frutos de cooperación: “Esta Jornada anual se propone sobre todo la formación de la conciencia misionera de todo el Pueblo de Dios, tanto de sus individuos como de las comunidades; el cultivo de las vocaciones misioneras; y el progresivo aumento de la cooperación, espiritual y material, a la actividad misionera en toda su dimensión eclesial” (1976, intri. “El universalismo misionero debe ser también el lema que presida todos los actos que se organicen en torno a la Jornada Mundial de las Misiones” (1972, 9), insiste Pablo VI, quien profundiza así en la disposición requerida: “Hemos de celebrar la Jornada Misionera pensando […] en esta interior exigencia del hecho misionero: se realiza en la trayectoria de la caridad de Cristo, la prolonga, la difunde; es don, don inmenso, don gratuito, don de locura (como la del Crucificado); es sacrificio; es, como decíamos, generosidad. […] No permanezcamos indiferentes, inactivos, ajenos, egoístas; seamos generosos. La generosidad tiene dos maneras de manifestarse: haciendo la oblación de sí –las vocaciones misioneras–, haciendo oblación de las propias riquezas –la colecta de ofertas por la causa misionera–” (1967, 4).

El Papa, sus Mensajes y las OMP

Los Mensajes con motivo de la Jornada (a los que dio inicio el propio Pablo VI en 1963) expresan el modo singular en que el mandato misionero atañe al Papa, y su consecuente deseo de potenciar esta celebración: “Queremos que nuestra voz sea la más fuerte en anunciarla, porque nuestro ministerio apostólico nos obliga más que a todos a la evangelización del mundo; que es de lo que precisamente trata la Jornada Misionera” (1967, intr.). Por eso, el Pontífice se ve urgido a lanzar su convocatoria de una manera vibrante: “Por parte nuestra, no podemos dejar pasar la ocasión de hacer sentir esta vocación misionera a la Iglesia misma, a nuestros hermanos en el episcopado, al clero, a los religiosos y religiosas, a todos los católicos” (1970, intr.).

La Obra de la Propagación de la Fe tiene “el honeroso cometido de promover y organizar, con el concurso de las otras Obras Misionales Pontificias, y bajo la dirección de los respectivos obispos, esta Jornada, y el de distribuir a las misiones las ofrendas en ella donadas por la caridad del mundo católico” (1976, 5). De este modo se facilita el que pueda llevarse a cabo la voluntad del Papa: “Deseamos que la Jornada Misionera se celebre en todas partes: en todas las diócesis, en todas las parroquias, en todas las familias religiosas, en todas las asociaciones católicas, y aun en todas las nacientes comunidades cristianas de los territorios de misión”; y apostilla, abriendo su alma: “Y querríamos que se celebrase con gran conciencia y con gran fervor” (1967, 1.)

Fuente: Revista "Iluminare"

Obras Misionales Pontificias, España

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