Secretaria Nacional de la OSPA,
Asesora Nacional de la Unión de Enfermos Misioneros, México
Del Santo Evangelio segun san Lucas 10, 25-37
Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: “Maestro, ¿Que he de hacer para tener en herencia vida eterna? El le dijo: “¿Que está escrito en la Ley? ¿Como lees?” Respondio: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu projimo como a ti mismo”. Dijole entonces: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”. Pero el, queriendo justificarse, dijo a Jesus: “Y ¿Quien es mi pr6jimo?” Jesus respondió: “Bajaba un hombre de Jerusalen a Jerico, y cayo en manos de salteadores, que, despues de despojarle y golpearle, se fueron dejándole media muerto. Casualmente, bajaba par aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llego junto a el, y al verle tuvo compasion; y, cercándose, vendo sus heridas, echando en elias aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevo a una posada y cuido de el. AI dia siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: “Cuida de el y, si gastas algo mas, te lo pagare cuando vuelva.” ¿Quien de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” El dijo: “El que practicó Ia misericordia con el”. Dijole Jesus: “Vete y haz tu lo mismo”.
El Senor Jesús en Ia ultima Cena, antes de volver al Padre, se inclinó para lavar los pies a los Apóstoles, anticipando el acto supremo de amor de Ia cruz. Con ese gesto invito a sus disdpulos a entrar en su misma 16gica, Ia del amor que se da especialmente a los mas pequeños y a los necesitados(cf.Jn 13, 12-17). Siguiendo su ejemplo, todo cristiano esta llamado a revivir, en contextos distintos y siempre nuevas, la parabola del buen Samaritano. Al final de la parabola, Jesús dice: “Ve y haz tu lo mismo” (Lc 10, 37). Con estas palabras se dirige tambien a nosotros.
Nos exhorta a inclinarnos sobre las heridas del cuerpo y del espfritu de tantos hermanos
nuestros que encontramos par los caminos del mundo. Nos ayuda a comprender que, con la gracia de Dios acogida y vivida en la vida de cada día, la experiencia de Ia enfermedad y del sufrimiento puede llegar a ser escuela de esperanza.
“Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar Ia tribulacion, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que sufrio con amor infinito” (Spe Salvi n. 37).
Ya el Concilio Ecumenico Vaticano II recordaba la importante tarea de Ia Iglesia de ocuparse del sufrimiento humano. En Ia Constitución Dogmatica Lumen Gentium leemos que como “Cristo fue enviado por el Padre “para anunciar a los pobres la Buena Nueva, para sonar a los de corazon destrozado” (Lc 4,18), “a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10).
El Concilio Vaticano II daba su mensaje a los enfermos con estas palabras:
“Sois los preferidos del reino de Dios, el reino de Ia esperanza, de Ia bondad y de Ia vida;
vosotros sois los hermanos de Cristo paciente, y con El, si quereis, salvais al mundo”.(Mensaje a los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren,1965)
Uno de los puntos claves de toda la antropología cristiana:
“El hombre no puede encontrarse plenamente si no a traves de un don sincero de si mismo, Buen Samaritano es precisamente el hombre capaz de este don de si mismo”(Carta ap. Salvifici doloris,n. 28)
Despues de escuchar el relata de Jesus, su interlocutor ya no encuentra ningun obstaculo para indicar quien era el que se habla comportado como verdadero prójimo. Evidentemente es el samaritano, aquel que ha tenido compasion de otro hombre en la desgracia, aunque fuera un extrano y desconocido. Jesús le dice entonces: “ Ve, haz tú lo mismo” . Con otras palabras el Apostol Santiago pone de relieve la necesidad de Ia actitud del buen samaritano cuando escribe en su epístola: “¿De que le sirve a uno decir que tiene fe, sino tiene obras?…, la fe, sino tiene obras, esta muerta par dentro…, es inutil” (St 2, 14. 17. 20). Sin duda alguna, los dos que pasaron de largo conocían los libros sagrados y se consideraban no solo creyentes, sino tambien profundos “conocedores” de las verdades de fe. Sin embargo, no fueron ellos sino el samaritano quien dio una prueba ejemplar de su fe. La fe dio fruto en el mediante una buena obra.
La Palabra de Dios nos plantea a nosotros, los creyentes,una pregunta fundamental:
¿Es fructuosa nuestra fe?
Es decir: ¿Fructifica realmente en obras buenas? ¿Esta viva o, tal vez esta muerta? Esta pregunta deberíamos hacernosla todos los dias de nuestra vida; hoy y cada día, porque sabemos que Dios nos juzgara par las obras cumplidas en espíritu de fe. Sabemos que Cristo dirá a cada uno en el día del juicio: Cada vez que hicisteis estas casas a otro, al projimo, a mi me lo hicisteis; cada vez que dejasteis de hacer estas casas con el prójimo,conmigo las dejasteis de hacer” (cf. Mt 25, 40-45). Una cosa es el tiempo en que se pueda leer un texto y otra el tiempo real que tuvo que pasar para que se realizaran aquellas acciones.
Las acciones del samaritano pueden leerse en menos de 15 segundos; sin embargo ¿Cuanto tiempo supone el narrador que estuvo con aquella persona? En ciertos ambientes judíos del tiempo de Jesús excluían del círculo de projimos a extranjeros, samaritanos o residentes en Israel que, tras un año de convivencia, no se hubieran convertido al judaísmo. lncluso los fariseos no consideraban projimos a la gente del pueblo… Sin embargo, el Evangelio modifica este concepto de prójimo: prójimo no es primeramente el proximo sino primeramente el necesitado. Pero el evangelio va más allá todavía, pareciera que desea presentar un itinerario para la misericordia. No es casualidad que las tres ocasiones en que Lucas habla de la misericordia la relacione con el verbo ver (7,13;10,33;15,20). La misericordia tiene detras una buena vista; ver -no divisar, que implica la cercanía. Por eso la pregunta con la que cierra el evangelio no es quien es mi prójimo sino quien se comportó como prójimo. Al final, se hace una catequesis finísima para dar a entender que el que practica la misericordia, sea quien sea, se asemeja a Dios, se comporta como el mismo Dios lo hubiera hecho. Y el final: “vete y haz tu lo mismo” (v. 37) podría mal entenderse si no se recuerda lo que hizo el samaritano. Se es projimo no solo si se ayuda a otro sino si se hace de esta manera.
Cristo -el Buen Samaritano por excelencia, que cargo sobre Sí nuestros dolores- (cf. Is 53, 4) seguirá actuando así no solo a traves de unos pocos, sino a traves de todos,porque todos estamos llamados a una vocación de servicio. A todos nos ha dicho el Senor: “Amaras… a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27). El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, no sufre solo por causas físicas: la principal causa del dolor es el mal moral. Son muchos los que acuden al Senor para pedirle los cure de sus enfermedades, pero acaso son pocos los que le preguntan, como elletrado del Evangelic de hoy: “Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar Ia vida eterna?” (Lc 10, 25). Tambien en las almas hay hombre de verdad, como en los cuerpos hay hombre de pan.
En el contexto de Ia Nueva Evangelización es clara que:
“La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras se expresa en las obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en necesidades espirituales y materiales” (Instrumentum laboris, Sinodo de la NE, n. 124).
El camino del buen samaritano nos induce a inclinarnos sobre el hombre que sufre.Y haciendo esto, nuestro corazón se eleva hacia Dios; porque, en efecto, el amor que se demuestra al hombre halIa siempre su fuente definitiva en Dios, que es amor. (cf. 1Jn 4, 16).